Los dos grandes partidos nacionales de España tienen un reto crucial. Hay que recordárselo todos los días: de ellos depende la unidad de España.
El Partido Socialista es nacionalista (catalán) en Cataluña y Baleares,
defiende la negociación con ETA en el País Vasco y ampara el secesionismo del BNG en Galicia. El PSOE sólo habla de España en Andalucía, Extremadura y las Castillas. Es decir que el PSOE ya no tiene una idea de España.
El Partido Popular defiende formalmente una idea constitucional de la unidad de España; a veces, en condiciones heroicas, como en el País Vasco. Pero, al mismo tiempo, el PP demuestra una clara inclinación hacia el localismo en comunidades como Baleares, Galicia o Cataluña. En esos lugares se piensa que poner el acento en los rasgos diferenciadores, aunque sea en convergencia con el nacionalismo, resulta más «progresista» y permite obtener réditos políticos.
Es urgente que el PSOE sea capaz de volver a tener una idea de España: es un partido nacional de larga tradición que debe, imperativamente, reencontrarse con su auténtico ser. El PSOE no puede convertirse en compañero de viaje de las fuerzas que quieren disgregar España.
No menos urgente es que el PP contenga las tentaciones localistas,
disgregadoras, de quienes creen que así van a obtener mejor provecho
político o, aún más ingenuamente, «contener» al nacionalismo. El caso
gallego demuestra que una política de cesión ante los nacionalistas no
protege a España, sino que engorda al propio nacionalismo.
Los dos grandes partidos nacionales de España tienen un reto crucial. Hay que recordárselo todos los días: de ellos depende la unidad de España. Y por lo mismo: sólo a ellos será imputable la disgregación nacional.