Dado que el proceso separatista en Cataluña lleva meses en vía muerta y nadie se atreve a dar un salto al vacío, sus promotores sólo pueden prometer lo mismo: desconexión ad calendas graecas y por el camino más y más referéndums para que «el pueblo» hable


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Afirmaba el filósofo alemán Federico Nietzsche que la historia y el tiempo no son magnitudes lineales, sino que estaban caracterizados por una constante secuencia cíclica, que denominó el eterno retorno de lo idéntico. Tal pareciera que Nietzsche estuviera describiendo la situación del proceso separatista en Cataluña, ahora de vuelta a la actualidad por la moción de confianza a la que esta semana se sometió el Presidente de la Generalidad de Cataluña, Carlos Puigdemont.

El pasado miércoles, ante el pleno del Parlamento catalán, Puigdemont, inició la moción de confianza con vistas a reforzar su posición, seriamente comprometida ante el bloqueo a sus presupuestos y la posibilidad de tener que adelantar elecciones, que serían letales para la extinta Convergencia, ahora denominada (parece mentira) Partido Democrático Catalán.

En la primera parte de esta ceremonia parlamentaria, Puigdemont afirmó algo notorio: literalmente, que el Gobierno de España afirma que no va a «negociar con la pistola del independentismo», señalando que, sin embargo, «con ETA se sentaron en la mesa al menos en dos ocasiones; en cambio, con nosotros ni siquiera quieren hablar». Un mensaje contundente, con parte de razón sin duda, en recuerdo al nefasto Presidente Zapatero que no dudó en otorgarle lo que pedía a la banda separatista vasca, un lugar en las instituciones de la democracia coronada, a cambio de que dejasen de matar por tiempo indefinido, sin disolverse.

Ése fue el mensaje más claro y directo de su hora de discurso, donde a grandes rasgos esbozó la enésima «hoja de ruta» de la denominada «desconexión» separatista. Su contenido es muy sencillo: «O referéndum o referéndum». Asimismo, tampoco Puigdemont descartó la convocatoria electoral adelantada y prácticamente inmediata, en caso de que la CUP, el socio de gobierno de Convergencia y ERC, no aprobase los presupuestos autonómicos finalmente, o que incluso convocaría tales elecciones bajo la forma de «constituyentes», nuevo eufemismo para escenificar una amenaza formal contra la Nación Española, la propia de quienes amagan pero no dan, que serviría para no usar el rótulo «plebiscitarias» ya utilizado en Septiembre de 2015.

Como ya no existe la candidatura conjunta de «Juntos por el Sí», y carece de sentido seguir insistiendo en el rótulo anterior, hay que buscar una nueva cortina de humo en su huida hacia ninguna parte. Eso sí, siempre y cuando la nueva consulta separatista que planea realizar no disponga del aval de las instituciones internacionales. Algo ya más que sabido y comprobado…

Este pleno inédito que se inició a las cuatro de la tarde, dejó en realidad sobre la mesa tres posibles escenarios de esta futurible y poco original «hoja de ruta». El primero sería acordar un referéndum separatista con el «Estado Español», una posibilidad que pasa por la investidura del cada vez más discutido líder del PSOE, Pedro Sánchez, que vive atrincherado ante el deseo de sus críticos de cesarle para instalar una comisión gestora. Pero ver a Sánchez de presidente, además de depender de su supervivencia dentro de su cada vez más caótico partido, dependerá en última instancia de una verdadera carambola de síes y abstenciones provenientes de la totalidad de sectas separatistas con asiento en el Congreso de los Diputados, destacando el sí de quien en su día le dijo no: Pablo Iglesias Turrión y su formación Podemos. Situación muy difícil de cumplir.

En caso de que la primera vía sea imposible, Puigdemont se aferrará a otro delirio: una presunta «legalidad catalana» que le otorgue legitimidad para convocar un referéndum unilateral y vinculante, siempre que exista un reconocimiento internacional a la causa separatista catalana; además, añade la cláusula de una participación masiva tanto por un hipotético reconocimiento mundial como por una participación masiva. Si finalmente tales condiciones no se cumplieran (como es más que probable), la tercera vía sería la mentada convocatoria electoral «constituyente». Convocatoria que sería inevitable si la CUP, el otro socio de gobierno de Puigdemont, insiste en su no a los presupuestos.

El Presidente de la Generalidad no se contuvo a la hora de acusar al Gobierno de Espña de una recentralización de las competencias que asfixia a la autonomía. Nuevas amenazas formales y chantajes que nadie se cree ya. El separatismo catalán ha perdido toda su credibilidad y sigue huyendo hacia delante, en busca de alguna prebenda o salvavidas que permita reflotar su varado proceso de independencia y cuarteamiento de la soberanía española.

Mientras, afirmó sin tapujos que el próximo verano las leyes de desconexión y transitoriedad jurídica, así como las estructuras de Estado necesarias para la proclamación del estado catalán independiente, estarán más que listas.
Por su parte, la CUP estuvo conforme con el lema de «referéndum o referéndum», y en apoyar los presupuestos, siempre que reflejen la denominada «hoja de ruta», así como «desprivatizaciones» y un mayor gasto social. Enésimo intento de reflotar un proceso separatista más que varado en sus propias contradicciones internas, y que demuestra la nula gallardía de sus protagonistas y su imposibilidad a día de hoy sin reconocimiento de terceros países. Huelga decir que el Gobierno de España en funciones debería demostrar que posee más energía e iniciativa, y comenzar a cortar estos intentos, aun lábiles, de amenaza a nuestra Nación Española.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.