Pongamos de una vez las cartas boca arriba y digamos sin complejo que no es posible que el Estado deposite en la elección de los padres la educación nacional. ¿Quién nos dice que los padres no elegirán libremente el gallego o el vascuence o el catalán como «lengua vehicular», concepto este abstruso donde los haya? Y entonces, cuando la cacareada «libertad lingüística» haya marginado al español, como de hecho ya sucede en el País Vasco y Cataluña, ¿quién se acordará de que era el español lo que había de defender como lengua común y propia de todos, insistimos, de todos los españoles?

El gravísimo problema que acucia a España en la educación, gravísimo en cuanto se encuentra vinculado a la propia existencia de la Nación española, pasa por una de sus horas más bajas.

No sólo porque con el nuevo decreto del gallego, cuyo borrador ha sido presentado de forma vergonzante por parte de Feijoo, se hayan frustrado las promesas electorales del PP en Galicia, sino porque quienes se suponen «de hecho» defensores de la lengua española en dicha Comunidad Autónoma, ejemplarmente «Galicia bilingüe», lo hacen bajo la capa políticamente correcta de la «libertad lingüística».

En efecto, los titulares de las noticias de estas Navidades nos hablaron de la «traición» de Feijoo a la «libertad de los padres para elegir la lengua vehicular de sus hijos en la educación», una traición según la cual en lugar de poder elegir la lengua (gallego o español), el político ha tirado por la calle de en medio con un «modelo trilingüe», solución insólita que ha venido a soslayar dicha «elección lingüstica» en virtud de la introducción del inglés como lengua «mediadora»: todo el mundo tendrá que estudiar en las tres lenguas, una de ellas extranjera –que será de hecho el inglés–, para evitar que pueda relegarse, o bien el gallego, o bien el español. Por cierto que a Rajoy le ha parecido que dicho modelo trilingüe debiera extenderse a todas las Comunidades Autónomas «bilingües».

Bien. Pues decimos que lo más triste de esta situación viene por parte de quienes se consideran de hecho los defensores de la lengua española –-incluyendo al PP–, porque ni siquiera ellos saben a ciencia cierta diagnosticar el verdadero problema al que se enfrentan, que no es, por mucho que les pese, el de la libertad, sino el de España, pura y simplemente.

Hay que saber que en España la única lengua común a todos los españoles es el español, y no por casualidad ni por decreto, sino por un proceso histórico que durante siglos ha resultado en que los españoles puedan entenderse con una sola lengua. Nadie lo eligió voluntariamente, sino que fue la necesidad de participar en empresas conjuntas lo que les llevó a hablar en español, lengua que si hoy es hablada por cuatrocientos millones de personas es gracias a dichas empresas, la mayor de las cuales fue y sigue siendo América.

Dejar todo esto en la defensa de la «libertad lingüística en la educación» y equiparar al español con cualquiera de las otras lenguas oficiales de cada Comunidad Autónoma, distintas entre sí, no parece enfrentarse a quienes, desde el secesionismo, consideran que la lengua está vinculada a la Nación y pretenden imponer el gallego (o el eusquera o el catalán) frente al español. Pues lo peor es que tienen razón. La Nación española está vinculada de manera necesaria al español, la única lengua en la que las leyes del Estado, por poner un ejemplo de texto escrito, se pueden promulgar de manera que las entiendan todos aquellos que han de cumplirlas.

Pongamos de una vez las cartas boca arriba y digamos sin complejo que no es posible que el Estado deposite en la elección de los padres la educación nacional. ¿Quién nos dice que los padres no elegirán libremente el gallego o el vascuence o el catalán como «lengua vehicular», concepto este abstruso donde los haya? Y entonces, cuando la cacareada «libertad lingüística» haya marginado al español, como de hecho ya sucede en el País Vasco y Cataluña, ¿quién se acordará de que era el español lo que había de defender como lengua común y propia de todos, insistimos, de todos los españoles?

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA