Lo que desde la Fundación DENAES consideramos directamente alarmante es que el gobierno de España pueda minusvalorar lo que sucedió en Perejil en el verano de 2002, sugiriendo de paso que, de haber afrontado la invasión del territorio español por parte de las fuerzas armadas de Marruecos, Zapatero habría sin embargo actuado «de otra manera»: acaso, suponemos, convocando de urgencia una cumbre de la Alianza de las Civilizaciones en la que perseverar, de la mano de los invasores, en las ansias infinitas de paz y el optimismo antropológico.
La semana pasada el Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo a bien comparecer en el pleno del Congreso para rendir explicaciones en torno a las repercusiones diplomáticas de la «espantada» de Kosovo. Pues bien, curiosamente además de asegurar que la chapucera e incompetente gestión de su gobierno, comenzando con la ministra Chacón, «no conllevará consecuencia alguna», pues tal incidente constituría un episodio completamente «instrascendente» (algo como mínimo dudoso a la luz de la rectificación a marchas forzadas que Bernardino León se vio obligado a efectuar el pasado fin de semana), ZP tuvo asimismo ocasión en su comparecencia parlamentaria de replicar los argumentos del líder de la oposición, Mariano Rajoy, mediante el curioso procedimiento de remitirse a la política exterior del gobierno de José María Aznar: en particular la supuesta involucración de España en la guerra de Iraq, así como la «surrealista» operación en el islote Perejil el 17 de julio de 2002.
Pero si efectivamente la sesión parlamentaria se convocó para debatir sobre Kosovo, cabrá preguntarse inmediatamente: ¿qué sentido tiene aludir, por parte del Presidente Zapatero, a Iraq o a Perejil?, ¿no equivale tal movimiento a dejar de responder a lo que se había preguntado en sede parlamentaria? Y, efectivamente, este tipo de «salidas por la tangente» han venido representando, a lo largo de los últimos años, una de las estrategias más recurridas por parte del presidente del Gobierno (pero también de algunos de sus ministros más destacados como pueda serlo la Señora Teresa Fernández de la Vega) en los debates parlamentarios. Así, una tal estrategia argumentativa se sustanciaría en la agañaza, por supuesto que enormemente falaz, de «recordar» diversos episodios del pretérito reciente (y especialmente aquellos considerados, no sé sabe muy bien por qué, como «deshonrosos» para el PP) a fin de evitar responder, directamente, los argumentos contrarios lográndose de este modo desviar la atención sobre tales argumentos.
Pero lo peor no es esto dado que, al menos en este caso, con independencia de lo que podamos sostener a propósito del carácter enteramente tramposo de semejantes estrategias argumentales, propias sin duda de un sofista o sencillamente de un trilero, lo que desde la Fundación DENAES consideramos directamente alarmante es que el gobierno de España pueda, por boca de su presidente, minusvalorar lo que sucedió en Perejil en el verano de 2002, sugiriendo de paso que, de haber afrontado la misma situación (es decir, la invasión del territorio español por parte de las fuerzas armadas de Marruecos), él habría sin embargo actuado «de otra manera»: acaso, suponemos, convocando de urgencia una cumbre de la Alianza de las Civilizaciones en la que perseverar, de la mano de los invasores, en las ansias infinitas de paz y el optimismo antropológico.
En todo caso, nos parece que los españoles deberían ser conscientes de este ánimo pacífico de nuestro redivivo conde Don Julián. Más que nada para saber con qué clase de gente nos jugamos los cuartos.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA