«Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».
«Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».
Así reza el Artículo 14 de la Constitución Española de 1978, texto que se cumple en la medida de las necesidades de la clase dirigente y del enorme aparato funcionarial que la acompaña en el desarrollo del nefasto Estado de las Autonomías contra el que ya se van alzando cada vez más voces.
Aludimos en este editorial al susodicho artículo por entender que él choca frontalmente con algunas «peculiaridades» de la realpolitik española. Nos explicaremos:
Durante esta semana hemos asistido a un particular pulso entre la Directiva del Partido Popular y su representante en la Comunidad Autónoma Vasca, don Antonio Basagoiti. El asunto gravitaba en torno al blindaje del llamado Concierto Económico Vasco. Mientras que «desde Madrid», se abogaba por votar en contra del blindaje del Concierto en el Congreso de los Diputados, Basagoiti, «desde Vitoria», no solo votaba a favor del mismo, sino que añadía que la estrategia madrileña, comprensible en todo caso, venía motivada por el habitual chantaje a que somete el PNV a cuanto partido político se halle en el poder.
El final de sus declaraciones no pudo ser más expresivo: «sólo me queda decir que vengan ellos a presentarse por el País Vasco». Como si la motivación esencial de los esforzados y valientes concejales del PP del País Vasco para jugarse la vida fuera la defensa del llamado Concierto Económico.
Mas allá de esas declaraciones excesivas, digamos que las contradicciones entre órganos centrales y organizaciones periféricas, se hicieron una vez más patentes, algo nada extraño si se tiene en cuenta que los llamados partidos de ámbito nacional no son ya –en este ocaso del sistema autonómico– sino un conglomerado de pequeñas facciones que a veces comparten estrategias y que, siempre, miran por su propia supervivencia, razón por la cual deben adecuar su discurso con el biotopo político en que se mueven, ambiente, al parecer, inextricable para los que se hallan ajenos a él, sin hacemos caso de las palabras del dirigente popular vasco.
Desde la Fundación DENAES, al margen de las contradicciones que cada partido sea capaz de sostener, debemos apresurarnos a mostrar nuestra oposición al mantenimiento de los privilegios territoriales o personales y, por ende, a su blindaje, pues consideramos que su existencia no hace sino crear regiones de primera y de segunda categoría, regiones que, por cierto, están habitadas por españoles que, de este modo, se ven condicionados por su lugar de nacimiento o residencia, razón por el cual este sistema, instaurado por motivos que hay que buscar en el Antiguo Régimen, va en contra del citado artículo de la moribunda Constitución Española.
Constitución que curiosamente nadie quiere blindar en igual medida que el Concierto Vasco, que el Estatuto de Cataluña frente a un hipotético recorte del TC, y que el Estatuto Valenciano con la claúsula Camps. Pareciera ser la réplica de la España denunciada por Ortega, la del triunfo de los particularismos frente al proyecto común de España.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA