La pasada semana la Audiencia Nacional dictó sentencia condenando a los 47 abogados procesados por su implicación en el denominado frente de makos (frente de cárceles) de ETA.

Se trata de una sentencia de conformidad, ya que los acusados han reconocido su participación en la banda terrorista, y el ministerio fiscal y la acusación popular han aceptado la aplicación de la atenuante de confesión tardía, lo que ha supuesto la una reducción considerable de las penas, respecto a lo solicitado inicialmente por el ministerio público.

Arantza Zulueta y Jon Enparantza, (que han reconocido su papel dirigente en el entramado etarra) han sido condenados a tres años y seis meses y dos años y siete meses respectivamente. Para los otros 45 acusados, las penas (entre un año y medio y dos años) no supondrán el ingreso en prisión.

En estos días, que tanto oímos hablar del “relato”, en un nuevo ejercicio de cursilería y camuflaje en el uso de la lengua española que tan habitual es en la mayoría de la clase política y mediática (con excepciones, desde luego), se hace necesario realizar un auténtico relato de los hechos referidos a la banda criminal ETA desde que cometió su primer asesinato, en 1968.

Este relato, imposible de realizar a través de estas líneas, dada la magnitud y extensión de los actos criminales de la banda a lo largo de estas décadas, no debe centrase únicamente en dichas actuaciones, sino, lo que es más importante y determinante, a su entramado político y social (Organizaciones como KAS, Segi, Gestoras Pro Amnistía, asociaciones juveniles como Jarrai y Haika, sindicatos como LAB y partidos políticos con representación en el Parlamento) sus fuentes de financiación, y la gestión y dirección de la misma, a través de una cimentada trama empresarial (a modo de ejemplo el denominado «Proyecto Udaletxe») y del soporte jurídico imprescindible para mantener tal estructura criminal a lo largo de varias décadas.

Y nos encontramos de nuevo con el “relato”. El relato que parece que se busca realizar a la sociedad española, limitando la participación del llamado frente de los abogados a mantener la disciplina interna de los presos de la banda terrorista y evitar que se acogieran a beneficios penitenciarios individuales. Esto no es cierto, el papel de los letrados ha sido mucho más que ese a lo largo de estas sangrientas décadas, constituyendo, sin lugar a duda, la cúpula estratégica, financiera y legal de la banda terrorista.

La importancia de esto radica en no asumir el olvido y la impunidad de toda esta estructura criminal, olvido al que parece quiere llevarse al pueblo español. Esta deriva ya ha comenzado, desde el frente político, con la presentación por EH Bildu en el parlamento vasco de una proposición no de ley para que PP, Cs y Vox «no tensionen la convivencia» ni usen Euskadi para «sacar votos en España».

En cuanto al frente mediático la estrategia ya está funcionando a toda máquina. Prueba de ello es la presentación, en el Festival de cine de San Sebastián, el pasado fin de semana, del proyecto Zubiak (Puentes), documental de Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas que muestra la reunión de una viuda de un asesinado por ETA y del etarra que lo asesinó. En palabras de uno de los autores del documental “el objetivo es aportar pausa y reflexión a través de este encuentro tan particular en torno a una mesa, para construir el futuro de una Euskadi donde exista una convivencia natural y no una coexistencia no violenta”.

Continua uno de los autores del documental señalando que “ese delincuente ex terrorista ha hecho un tránsito de arrepentimiento de toda su carrera y asume sus errores, la maldad que ha producido…Y cuando escuchas a Ibon decir que lo ha hecho es imperdonable, te replanteas por qué muchas fuerzas políticas se enrocan en ciertas palabras».

Habría que recordarle a este periodista que como señalaba Spinoza “El arrepentimiento no es virtud porque no sale de la razón. El hombre que se arrepiente es doblemente miserable”.

No cabe duda: el lavado o blanqueamiento mediático ya está aquí, para lograr sus objetivos, y es necesario combatirlo con la verdad sin tapujos ni interpretaciones subjetivistas.

Teresa Chinchetru del Río