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Con ocasión de las celebraciones promovidas por la Comunidad de Madrid para rememorar el bicentenario del comienzo de la Guerra de la Independencia (que apenas han sido secundadas en el resto de España, a pesar de su significación política –tal como vimos el viernes pasado-), la vicepresidente de España, María Teresa Fernández de la Vega, ha declarado -al compás del libro de Miguel Artola sobre Los afrancesados– que “Las ideas reformistas y avanzadas que muchos de esos afrancesados compartieron han seguido impulsando a generaciones de españoles que han luchado, que hemos luchado por la libertad y el progreso de nuestro país”. Por si esto fuera poco, añadió en una línea claramente impregnada de Pensamiento Alicia, que tanto debe de la estúpida tradición krausista española: “Ellos fueron los que por primera vez defendieron un concepto de Gobierno responsable que debía ocuparse de que los ciudadanos accedieran al bienestar e incluso a la felicidad”.

Lo primero que cabe destacar es la incoherencia de un gobierno que, como el de Zapatero, rechaza la intervención de Estados Unidos y sus aliados sobre Irak (interpretando que no tenía la recomendación de la ONU, y haciéndonos creer que dicha institución es una especie de Tribunal supremo de “la Humanidad”) y, por otra parte, asume con admiración la invasión que la Francia napoleónica llevó a cabo sobre España. Suponemos que justifican las invasiones cuando -de manera genérica y oscura- las interpretan como “ilustradas” y “progresistas”.

Pero deberían especificarse las supuestas contribuciones de la invasión napoleónica en la “modernización” y el “progreso” de la sociedad española. No deja de ser sintomático que en la Constitución de Bayona no se hable para nada de la soberanía de la Nación española, y que las Indias fueran tratadas más como colonias (que tanto ambicionaba Francia) que como prolongaciones de España. Además, y redundando en su incoherencia, la señora vicepresidenta no parece saber que la misma monarquía josefina buscó la supresión de los fueros vascos y sus privilegios, en contra de lo que busca el PSOE actual, en un afán por satisfacer a los nacionalistas fraccionarios aunque con ello rompan la igualdad política entre los españoles que, precisamente, cristalizaría gracias a la Pepa. Y es que los principios revolucionarios promovidos en 1789, frente al Antiguo Régimen, fueron recogidos de una manera más amplia y clara por la Constitución de Cádiz, forjada con la importante contribución de izquierdistas liberales que, ante todo, se consideraban españoles, y que no renunciaron a una tradición con cuya plataforma se identificaban, aunque fuera para transformarla.

Lo incuestionable, en contra de lo que opina la señora De la Vega, es que con la invasión napoleónica España perdía su independencia, su libertad, con todo lo que ello implica. Por eso mismo personajes como Melchor Gaspar de Jovellanos prefirieron ser seguir siendo españoles, independientes, antes que “modernos” y “progresistas” (tal como los afrancesados actuales ven a los de entonces). En la Pepa se asume que la plataforma política que le permitió ver la luz era eminentemente hispana, no gala, sin caer en los tópicos de la Leyenda Negra que, con Llorente a la cabeza, tanto daño hicieron y hacen a nuestra patria.

Lo que parece claro es que el PSOE, más allá de su supuesta ideología internacionalista, no confía en España como plataforma de sus proyectos, y a falta de la Francia napoleónica o de la URSS estalinista, hoy parece buscar en una idealizada Europa –realmente dirigida por Alemania y Francia-, la plataforma para liberar a la Humanidad y alcanzar la felicidad canalla, aunque en la práctica sólo disfruten de ella ciertas democracias capitalistas.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA