Detener terroristas ha pasado de ser una necesidad, la que un Estado tiene de defenderse, a ser una virtud, con la que un Gobierno puede tener la desfachatez de presumir en rueda de prensa.
Comienza septiembre y la banda terrorista ETA es portada de periódicos. Esta vez porque la etarra Aranalde, cuya reciente entrega a las autoridades españolas por parte de Francia acababa de ser noticia, se ha dado a la fuga tras su puesta en libertad en la misma España, donde las Fuerzas de Seguridad parecen no haber podido controlar sus pasos. Al parecer, un fallo burocrático francés ha venido a dar al traste con la operación. Persiste, sin embargo, el insistente mensaje del Ministerio de Interior con el que se encarece la eficacia del Gobierno en la llamada «lucha contra ETA».
Un mensaje este, repetido telediario tras telediario, que consiste en decirnos que la policía va a detener a los terroristas, es decir, que va a cumplir con su trabajo. Un mensaje tan anodino que si ha podido ser información relevante de modo continuado durante los últimos meses se debe al contraste con el reciente período anterior en el que la policía había recibido la orden contraria. Es a sabiendas del abuso de la ley cometido, del descrédito en el que han caído los jueces al servicio de la política corrupta, como este mensaje se ha podido hacer noticia. Detener terroristas ha pasado de ser una necesidad, la que un Estado tiene de defenderse, a ser una virtud, con la que un Gobierno puede tener la desfachatez de presumir en rueda de prensa.
Claro que la ley no puede empezar a respetarse de un día para otro. Y un «accidente» como la huída de esta etarra demuestra las palabras vacías del Ministro Rubalcaba. Por lo visto Aranalde ha podido contar con los apoyos de muchos de sus conciudadanos para poder huir. Y esto sin contar con que la militancia en partidos explícitamente vinculados a los objetivos que busca la banda terrorista, a saber, la secesión del País Vasco, es perfectamente legal.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA