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Una vez aprobado por el Ministerio de Educación un Real Decreto con los contenidos mínimos de Educación para la Ciudadanía, algunas CC.AA. como Asturias, Cataluña, Extremadura, Navarra y Castilla-La Mancha ya han difundido borradores de cómo será la asignatura en el primer curso de Bachillerato. Y la mayor parte de ellas, ojo al dato, establece como criterio de evaluación de los alumnos «comprobar la capacidad para asumir compromisos ético políticos, tanto en el ámbito personal como en el social».

En primer lugar, es curioso observar cómo este difuso vocabulario (“compromiso”, “solidaridad”, “progreso”, “nacionalidad”, “Cultura”, etc.), derivado del sesentayochismo más casposo y desvirtuado de su etimológico y verdadero significado por la progresía de este país desde hace treinta años, trata de imponerse a una juventud cada vez más tierna. Ya habíamos visto hacerlo, sí -aunque de forma menos descarada- mediante Logses y demás leyes educativas empeñadas en sacralizar en el cerebro de los adolescentes españoles vagos y alienantes conceptos al servicio del poder establecido. Como si el “compromiso” ético o político tuviera que ir ligado por fuerza a posturas o ideologías supuestamente de izquierdas…

Porque, ¿a qué se refiere el enunciado “asumir compromisos ético políticos”? ¿Qué pretenden realmente los borradores autonómicos con semejante inyección en el cerebro de nuestros pobres bachilleres? Pues ni más ni menos que desplazar su natural necesidad de referentes morales (¿no lo es España? ¿No lo ha sido durante siglos?) al ámbito de un mal entendido buenismo “social” o universal cuyo fin es anular o, lo que es peor, demonizar cualquier otro modelo ético de ámbito más reducido; por ejemplo aquel que concede el privilegio de profundizar en nuestras raíces, de ejercer una españolidad orgullosa sin complejos y -en definitiva- de disfrutar un patriotismo natural que, más que perseguido, debería ser fomentado por las Administraciones públicas. En cambio, de compensar el localismo y mezquindad de la moral nacionalista ya se encargan -claro está- los manuales de EpC a través de ocultaciones, leyendas negras, manipulaciones y bonitos mapas a todo color que ilustren esta cromática “España plural” o “nacion de naciones”, por seguir con eufemismos seudoprogres de obligado conocimiento y posterior evaluación para la nuevas generaciones. Ahora bien, ¿quién se encargará de evaluar su “compromiso ético y político” con España?

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA