El Gobierno catalán ha pedido al Gobierno central que limite la autonomía de Madrid y Valencia.


El Gobierno catalán ha pedido al Gobierno central que limite la autonomía. No la de Cataluña, claro, sino la de Madrid y Valencia para rebajar los impuestos de gestión autonómica.

Por la boca muere el pez: este episodio demuestra hasta qué punto el separatismo no es aquí una convicción limpia, sino que está trufada de intereses egoístas que implican, por supuesto, dañar al prójimo en beneficio propio. A la deriva soberanista del Tripartito catalán –cimentada, no lo olvidemos, en el partido que gobierna España– se le ha reprochado siempre su carácter insolidario: “ellos quieren ser más que el resto”. El consejero Castells acaba de dar una buena prueba: autonomía tributaria, sí, pero sólo en lo que al gobierno catalán le conviene.

A todo esto, ¿es bueno o es malo que las comunidades autónomas aspiren a aplicar políticas propias en determinadas partidas de los impuestos? El principio general es este: es buena cualquier política que haga más fácil la vida de los nacionales sin quebrar la unidad nacional. No parece que rebajar los impuestos de sucesiones y donaciones, que son competencia autonómica, sea malo ni para la unidad nacional ni para los españoles. Lo malo sería que una empresa española tuviera que “deslocalizarse” fuera del territorio español.