Tras ocho años de guerras de sedición, en 1999 faltaba aún un trozo de los Balcanes para balcanizar del todo a aquel país llamado Yugoslavia. No obstante, la guerra de Kosovo no sólo puso fin a la guerra de Yugoslavia sino también al siglo más cruento de la Historia: el siglo XX.
El 22 de septiembre de 1991 Kosovo declaró su independencia, la cual tuvo el respaldo casi unánime de la población albanesa. Pero tal declaración no tuvo ningún reconocimiento internacional. Por entonces se creó el Ejército de Liberación de Kosovo con el fin de recuperar la autonomía que concedió la constitución yugoslava de 1974 y que había suspendido el gobierno serbio de Slodoban Milosevic. Hubo varias guerrillas entre este ejército y el ejército de la República Federal de Yugoslavia (por entonces sólo compuesta por Serbia y Montenegro).
Pero tales enfrentamientos no despertaron el interés de la comunidad internacional hasta 1998. El casus belli de la intervención de las potencias occidentales (de la OTAN) fue motivado por las «informaciones» de albaneses masacrados en masa, y así se quiso impedir la limpieza étnica acaecida años antes en la Guerra de Bosnia. Bill Clinton, acusando a Serbia de «limpieza étnica», llegaría a comparar lo sucedido en Kosovo con el Holocausto (he aquí un ejemplo de la reductio ad Hitlerum como excusa para un casus belli). Pero en el año 2000 se supo que el número de víctimas fue inflado por la Administración Clinton con el fin de precipitar la intervención de la OTAN. No obstante, la OTAN no pondría a la «limpieza étnica» como pretexto para los bombardeos hasta el 22 de mayo de 1999, dos meses después de que se pusiese en marcha la intervención; que, en realidad, simplemente se llevaría a cabo porque Serbia era el único Estado en Europa que no se plegaba a los planes neoliberales del Imperio Estadounidense y su vasallo la Unión Europea.
En realidad, era el gobierno yugoslavo el que luchaba contra la limpieza étnica que estaba llevando a cabo el Ejército de Liberación de Kosovo (un grupo que en 1998 fue clasificado como «terrorista» por la ONU). El Ejército de Liberación de Kosovo pasó de ser un grupo revolucionario «marxista-leninista» apoyado por Albania en los años 70 a ser desde 1991 un grupo terrorista organizado y financiado por la CIA y el Bundes Nachrichten Dienst alemán, cuyo objetivo era oponerse al régimen yugoslavo dentro del proceso de balcanización de Yugoslavia (en el que germanos y americanos estuvieron involucrados desde el principio).
Tras romperse los Acuerdos de Rambouillet el 23 de marzo de 1999 al rechazar Yugoslavia la imposición de una paz externa, la OTAN se preparó para imponer esa paz (la paz de la OTAN, más en rigor la pax americana). El mismo 23 de marzo el secretario general de la OTAN, un español del PSOE: Javier Solana, anunció que había ordenado al Comandante Supremo Aliado en Europa (SACEUR), al general Wesley Clark, que pusiese en marcha las operaciones aéreas en Yugoslavia, que se harían efectivas al día siguiente a las 19:00 horas con mil aviones que salieron de las bases aéreas de Italia, Alemania y del portaviones USS Theodore Roosevelt instalado en el Mar Adriático. Por la noche saldrían los F/A-18 Hornet de la Fuerza Aérea Española, que serían los primeros aviones de la OTAN en bombardear Belgrado y llevar a cabo operaciones de SEAD.
Los bombardeos de la OTAN sobre la República Federal de Yugoslavia fueron bautizados en clave como Operación Fuerza Aliada. Por primera vez la OTAN pondría en marcha los bombardeos sin autorización previa del Consejo de Seguridad de la ONU. En tres días de bombardeo la OTAN acabó mediante sus misiles de cruceros con la infraestructura militar yugoslava. El daño económico y ambiental en toda Yugoslavia fue considerable, constándole al país, según Belgrado, unos 100 mil millones de dólares. En el año 2000 el informe llevado a cabo por el Grupo 17 anunciaba que los daños causaron por los bombardeos en Serbia (excluyendo Kosovo) fueron de 3.8 mil millones de dólares. En 2006 los economistas del partido G17 Plus calculó unas pérdidas de 29.600 millones de dólares. Se estima que los bombardeos acabaron con la vida de 462 soldados, 114 policías especiales y entre 1.200 y 5.700 civiles yugoslavos. Y, pese a todo, el ejército yugoslavo continuó en la lucha contra el Ejército de Liberación de Kosovo tanto en el norte como en el sudoeste de Kosovo.
Los bombardeos de la OTAN sobre lo que quedaba de Yugoslavia fueron los primeros bombardeos de la historia que se llevaron a cabo bajo el pretexto de una «intervención humanitaria» (en 2011 la OTAN atacaría Libia bajo el mismo pretexto, derrocando a Gadafi y dejando al país en un caos que dura hasta nuestros días).
El primer ministro británico, Tony Blair, escribió en la revista Foreign Affairs, órgano del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos (CFR: Council on Foreign Relations, institución que por tantos años dirigió nada más y nada menos que David Rockefeller), presentando a los bombardeos sobre Yugoslavia como muestra del «nuevo humanismo» de los «Estados ilustrados» que se orientaban hacia «un nuevo orden internacional en el que no se volvería a tolerar la brutal represión de grupos étnicos enteros». He aquí, en pocas palabras, una muestra de cómo se oculta con la ingenuidad el cinismo más obsceno. El 7 de octubre de 2018 el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en un discurso ante los estudiantes de la Universidad de Belgrado, afirmó que los bombardeos contra Yugoslavia se llevaron a cabo «para proteger a los civiles y poner fin al régimen de Milosevic». Pura propaganda, pero así funciona la Realpolitik de la dialéctica de Estados.
Según la ONU, más de 848.000 personas emigraron como refugiados. Tras la guerra muchos albaneses étnicos retornaron, pero unos 200.000 serbios fueron expulsados de Kosovo. También serían expulsados miles de romaníes y otras etnias no albanesas. Según un estudio llevado a cabo por Spiegel y Salama, que se publicó en The Lancet, la Guerra de Kosovo dejó en total unas 12.000 bajas.
A la propia Kosovo la guerra se calcula que le ocasionó unas pérdidas de 60.000 millones de dólares. De ahí que, según el instituto británico Economic Intelligence Unit en 1999, los habitantes de Kosovo pasarían a ser los más pobres de Europa o los segundos más pobres teniendo a día de hoy una renta per cápita de 9.600 dólares al año, con una tasa de desempleo del 33% y el de la juventud del 60%. Ante tal miseria, la economía sumergida y la emigración son las únicas alternativas.
La ayuda de alemanes y estadounidenses a los sediciosos kosovares no fue de balde, pues en la actualidad los alemanes son dueños del capital mayoritario del país y los americanos instalaron en la zona la mayor base militar fuera de Estados Unidos desde la guerra del Vietnam: la base militar de Camp Bondsteel. Se trata de la segunda base militar más grande que ha instalado Estados Unidos en el mundo. La creación de la República de Kosovo es afín a los intereses de las multinacionales alemanas y estadounidenses y a las alianzas militares. Desde Kosovo, Estados Unidos tiene el control sobre oleoductos y corredores energéticos trascendentales, como el oleoducto Trans-Balcanes que es dirigido por la multinacional estadounidense Halliburton Oil. Como puede verse, el asunto no tiene nada que ver con razones humanitarias o con el derecho de los pueblos a la autodeterminación.
Este Estado o intento de Estado de 10.908 km2 está dividió en dos regiones: Kosovo y Metohija. Según el censo de 2011, su población es de 1,8 millones de habitante. La capital es Pristina, con una población de 198.112 habitantes. El 96% de los habitantes del país son musulmanes, el 2,2% católicos y el 1,5% cristianos ortodoxos. Es decir, podría decirse que se trata de un Estado islámico (títere, pero con incontestable mayoría musulmana; debido -eso sí- a la herencia del Imperio Otomano en los Balcanes). Si tras la Segunda Guerra Mundial la población de Kosovo era mayoritariamente Serbia, a finales de siglo la población albanesa era mayoritaria. En los años 80 la población albanesa era del 77% y en 1991 ya llegaba al 80%. En 1999 los serbios sólo constituían el 10%.
El país consiguió la secesión con el reconocimiento de Estados Unidos y la mayoría de los países de la Unión Europea, y así la República de Kosovo pudo instaurarse, tras una serie de disputas, el 17 de febrero de 2008. No obstante, Serbia aún considera a Kosovo y Metohija como provincia autónoma dentro del Estado serbio, de acuerdo con su propia constitución y con la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU (pues la ONU no reconoce a Kosovo y no lo incorpora a su organización de naciones políticas). Pero la administración del Estado serbio no interviene en Kosovo desde 1999.
Ni Serbia, ni China, ni Rusia y ni España ni la mayor parte de los Estados americanos, africanos y asiáticos reconocieron la declaración unilateral de independencia de 2008 ni han reconocido a la República de Kosovo en calidad de Estado soberano. De los 193 países miembros de la ONU, 111 han reconocido a Kosovo; de los 28 países de la Unión Europea, 23; de los 27 miembros de la OTAN, 22; y de los 8 del G8, 7. Taiwán ofreció su reconocimiento pero Kosovo lo rechazó.
Kosovo no es precisamente un ejemplo modélico de cómo ha de independizarse un país. Y no sólo es un mal ejemplo en su génesis, pues también lo es en su estructura. En la actualidad se trata del mayor foco de tráfico de drogas, tabaco, coches robados y personas en Europa. Según se estima, más de la mitad de la heroína que se vende en Europa procede de allí.
Por tanto, Kosovo no es, o no debería ser, un ejemplo para Cataluña, como sostuvieron los separatistas catalanes al referirse al «modelo Kosovo» o la «vía Kosovo», en palabras que pronunció en su día el inefable Arturo Mas. Ya lo dijo el primer ministro kosovar Ramush Haradinaj: «No hay ninguna analogía posible entre Kosovo y Cataluña, establecerla es un sinsentido».
Cataluña no ha tenido necesidad de ser «liberada» por un ejército internacional (la KFOR que sustentaba la OTAN), ni de estar tutelada por la ONU (como fue el caso de Kosovo entre 1999 y 2008). En Cataluña no hay un problema étnico como pasa en Kosovo entre serbios y albanokosovares. Cataluña no es, desde luego, una nación étnica. Los habitantes de Kosovo, al ser mayoritariamente albaneses («albanokosovares»), tienen una simpatía y una relación especial con Albania. En el caso de Cataluña no pasa nada parecido, por ejemplo, con Francia. Asimismo, si el 90% de los habitantes de Kosovo estuvieron a favor de la separación, sólo la mitad de la población de Cataluña está a favor de ésta. Por tanto Catalonia is not Kosovo: Catalonia is Spain.
Daniel López. Doctor en Filosofía.
https://www.uv.es/~pla/solidaritat/marset.html Estados ilustrados» que se orientaban hacia «un nuevo orden internacional en el que no se volvería a tolerar la brutal represión de grupos étnicos enteros
https://mundo.sputniknews.com/europa/201810081082545910-stoltenberg-comenta-los-bombardeos-de-yugoslavia/ para proteger a los civiles y poner fin al régimen de Milosevic
https://elpais.com/internacional/2018/04/29/actualidad/1525015344_341405.html No hay ninguna analogía posible entre Kosovo y Cataluña, establecerla es un sinsentido