El pasado 8 de diciembre el racista Quim Torra enseñó en la presentación del mal llamado «Consell per la Republica» celebrado en Bruselas la siguiente perla: «Los catalanes hemos perdido el miedo. No nos dan miedo. No hay marcha atrás en el camino a la libertad. Los eslovenos decidieron seguir adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos». Y «todas las consecuencias» no sólo fueron los 62 muertos y 300 de heridos de la Guerra de los Diez Días, sino todo el conflicto yugoslavo que dejó entre 130.000 y 200.000 muertos y la destrucción de un país. Cabe pensar que el presidente de la Generalidad desconozca todo esto y crea con toda ingenuidad que a Eslovenia la «independencia» le cayó del cielo y por tanto le salió gratis, lo que muestra una vez más el profundo cretinismo de los políticos cuando osan abrir la boca para hablar de Historia. Lo mismo Torra conoce bien el caso y por tanto está haciendo una llamada a la insurrección armada. Pero ¿cómo se llevó a cabo semejante sedición? Veámoslo.
Yugoslavia era un Estado que jamás amenazó a ningún otro Estado, si acaso lo hizo contra la Unión Soviética con motivo de la invasión de Checoslovaquia cuando su líder, Joseph Broz «Tito», se ofreció al primer secretario del Comité Central del Partido Comunista Checoslovaco, Alexander Dubcek, para hacer frente a las tropas soviéticas. Con la descomposición del bloque soviético muchas de las armas soviéticas entraron a gran escala en Yugoslavia, las cuales fueron a parar a manos rebeldes y paramilitares, es decir, a manos secesionistas. Actualmente la zona sigue siendo uno de los principales mercados de armas ilegales en Europa (por no mencionar el tráfico de drogas y la prostitución galopantes).
Pero la sedición de Eslovenia (como la de Croacia y la balcanización de toda Yugoslavia) no fue del todo fruto de las ansias de «libertad» y de «democracia» de los «pueblos» subyugados por el «malvado» comunismo yugoslavo (comunismo que ya había caído). En tal desmembración pusieron mucho empeño (y mucho dinero) la Comunidad Económica Europea (encabezada por la recién unificada Alemania) y Estados Unidos (cada potencia en función de sus intereses, eso sí).
Alemania nunca admitió la unidad de Yugoslavia, zona que se le resistió en dos guerras mundiales. Con la fragmentación de los Balcanes, Alemania, desde el liderazgo de la por entonces Comunidad Económica Europea, procuraba controlarlos e implantar allí sus empresas, exportar sus productos y dominar el mercado. Helmut Kohl, el por entonces canciller alemán, había conseguido -como diría en 1992 el ministro bávaro del Interior- lo que ni Guillermo II ni Hitler consiguieron en dos guerras mundiales. El ascenso de Alemania como potencia europea a raíz de su reunificación (al menos a nivel industrial, no ya militar) arrastró a los demás países de la CEE contra la unidad de Yugoslavia.
La secesión de Eslovenia (que había sido la república más próspera de Yugoslavia) y Croacia (la segunda república más rica del país) tuvo el apoyo de la recién unificada Alemania, que quería incorporar a ambos Estados (que eran las dos zonas más ricas de Yugoslavia) a la Comunidad Económica Europea (de Yugoslavia nos separamos en Europa nos encontramos) a fin de salvarlos de la bancarrota que desde principios de 1987 sufría Yugoslavia.
Washington y Berlín organizaron la guerra de los Balcanes a fin de colonizar económicamente las nuevas repúblicas «independientes» (repúblicas, en todo caso, dependientes del capital financiero euroamericano), controlar las rutas de petróleo y luchar por la hegemonía mundial (en tanto base para el siguiente asalto que se daría en Oriente Medio). Eso no quiere decir, como ya hemos advertido, que las relaciones entre Washington y Berlín fuesen de pura colaboración y solidaridad (contra Yugoslavia), pues también competían entre sí. Estados Unidos y la CEE, más que los bomberos de la guerra yugoslava, fueron los pirómanos. Estos son los amigos del comercio, la democracia y la libertad.
En 1990 se celebró en Liubliana (Eslovenia) el XIV Congreso de la Liga de los Comunistas Yugoslavos. Slodoban Milosevic, que encabezaba la delegación serbia (esto es, de la república más poblada de Yugoslavia), propuso modificar la constitución de 1974, que ofrecía una gran autonomía a las repúblicas, por un nuevo sistema que implicaba «una persona, un voto», lo cual supondría que el poder político se traspasaría a la población mayoritaria de Yugoslavia, y ésta no era otra que la población serbia (ubicada en todas las repúblicas pero en mucha menor medida precisamente en Eslovenia). Milosevic obstruyó varias enmiendas constitucionales que propuso la delegación eslovena a fin de equilibrar la balanza del poder de la República Federal Socialista de Yugoslavia. Las delegaciones de Eslovenia (que dirigía Milan Kucan) y de Croacia (encabezada por Ivan Racan) protestaron abandonando el Congreso, lo que supuso que el Partido Comunista Yugoslavo quedase disuelto. El desacuerdo del XIV Congreso fue el principio del fin de la República Federal Socialista de Yugoslavia, que no se rompió sin el derramamiento de sangre.
Ante la negativa de las autoridades de Belgrado de transformar Yugoslavia en una confederación de Estados soberanos, los líderes de Eslovenia y Croacia declararon el denominado «derecho de autodeterminación» (¿les suena de algo?) que concedía la constitución yugoslava de 1974 (cosa que no concede la Constitución del Régimen del 78, por muy chapuceros que sean algunos de sus artículos). Eslovenia y Croacia no podían incrementar el nivel de vida de sus habitantes al tener que subsidiar el desarrollo de las repúblicas más pobres, a lo cual eslovenos y croatas señalaron como «el agujero negro económico», en una especie de Iugoslàvia ens roba.
El 23 de diciembre de 1990 se celebró un referéndum en el que participó un 93,2% del electorado de Eslovenia (en el 1-O sólo votó un 38% del censo electoral catalán) y el que el 94% del mismo votó a favor de la separación (es decir, que no había división social como sí la hay en Cataluña). Tras la consulta se declaró la «independencia» pero ésta fue inmediatamente suspendida (esto posiblemente haya sido lo que haya inspirado a Torra). Y finalmente el 25 de junio de 1991 Eslovenia declaró unilateralmente la independencia, publicándose en el boletín oficial de la República Eslovena (la declaración suspendida de Puigdemont no se publicó en ningún boletín oficial). El día 27 empezó la denominada Guerra de los Diez Días (detonante de las posteriores guerras yugoslavas). La policía y la Defensa Territorial (el ejército esloveno) bloquearon los cuarteles y las carreteras, y se levantaron barricadas que impidieron el acceso a posibles escaramuzas del JNA (Ejército Popular Yugoslavo). El 29 de junio Milan Kucan declaró que Eslovenia jamás volvería a pertenecer a Yugoslavia. La guerra finalizaría el 6 de julio con un total de 62 muertos, 300 heridos y 18.000 ciudadanos «borrados», es decir, que perdieron sus derechos como ciudadanos yugoslavos (ya eslovenos) y que en febrero de 1992 el gobierno esloveno consideraría ilegales. El 7 de julio se firmó el acuerdo de Brioni. Con la victoria de la Defensa Territorial el Estado de Eslovenia sería en pocos meses reconocido por la comunidad internacional (es decir, Estados Unidos y la CEE, o lo que es lo mismo: los países miembros de la OTAN; aunque en seguida fue aceptado como un miembro de las Naciones Unidas). El ejército yugoslavo (léase serbio-montenegrino) abandonó definitivamente Eslovenia el 26 de octubre. Eslovenia era consideraba por los serbios como una región «étnicamente homogénea», de ahí que la guerra no se prolongase más de diez días, ya que carecía de interés para los nacionalistas serbios. A la «Gran Serbia» de Slodoban Milosevic no le interesaba aquella república de «austríacos eslavizados», y se centró en el conflicto contra Croacia.
Si Torra y los separatistas le declaran la guerra al resto de España y emprenden una guerra de secesión con los CDRs y la facción separatista de los Mossos como «ejército catalán», esa guerra no duraría diez días, como la de Eslovenia, sino diez minutos.
De todos modos la vía eslovena no es algo nuevo o inventado por Torra. Ya el 9 de octubre de 2017 el eurodiputado pedecato Ramón Tremosa afirmó que Cataluña debía seguir «el ejemplo de Eslovenia». Pero las similitudes del «procés» con la secesión de Eslovenia son inexistentes. El único parecido es el apoyo de Alemania. Los españoles nunca olvidaremos el nombre de Schleswig-Holstein. ¿Apelar a la «vía eslovena» quiere decir acaso que el separatismo catalán busca la balcanización de España tras la «independencia» de Cataluña? Como ha señalado el ministro de Exteriores, Josep Borrell, la vía eslovena de Torra «parece llamar a una insurrección». Pero también hay que señalar que Catalonia is not Slovenia: Catalonia is Spain.
Daniel López. Doctor en Filosofía.
https://nacionespanola.org/actualidad/editorial/nada-nuevo-bajo-el-sol-ni-sobre-la-piel-del-toro/ el racista Quim Torra
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-41582647 El ejemplo de Eslovenia
https://elpais.com/ccaa/2018/12/10/catalunya/1544432887_807749.html parece llamar a una insurrección