La cuestión, ahora, es diáfana y simple: El PP tiene que decidir, porque así lo exige la situación límite a la que nos ha llevado el desarrollo histórico de la Constitución del 78, entre defender una nación de ciudadanos libres e iguales o acomodarse a una confederación de ciudadanos con diferentes derechos y deberes en función del lugar en donde viven

Las pasadas elecciones de marzo han terminado, al parecer, por convertirse en un plebiscito sobre la identidad de España que terminó ganando el modelo confederal del PSOE. Ahora el PP se encamina a reproducir la situación, esta vez en la forma de un congreso; por ahora “nacional”, aunque es posible que el próximo pueda titularse ya como “federal”.
No se trata de ninguna novedad: mucho antes de que se marcharan Acebes, Zaplana y San Gil, un sector de este partido venía haciendo denodados esfuerzos por cumplir con el plan gallardoniano de “sumar a los nacionalismos a un proyecto nacional común”. Frente a esto, la lúcida propuesta-enmienda de reforma parcial de la Constitución, casi proyecto a la desesperada, de nuestro patrono de honor, Alejo Vidal-Quadras y de nuestro presidente, Santiago Abascal, entre otros, conforma el otro caso de la disyuntiva a la que los populares no podrán dar esquinazo en este congreso.
No se trata de nombres, ni de caras. No es cuestión de maquillajes y “viajes al centro”, de “exaltados y moderados”, de “quienes miran al futuro y los que prefieren mirar al pasado”. En nuestro editorial de ayer se daba cumplida y cabal cuenta de estas excursiones populares por los mundos de Alicia.
La cuestión, ahora, es diáfana y simple: El PP tiene que decidir, porque así lo exige la situación límite a la que nos ha llevado el desarrollo histórico de la Constitución del 78, entre defender una nación de ciudadanos libres e iguales o acomodarse a una confederación de ciudadanos con diferentes derechos y deberes en función del lugar en donde viven; entre la defensa de una Nación política amenazada y en peligro real o el pragmatismo de adaptarse a un modelo confederal que, de facto, es una involución a las estructuras políticas del medioevo. Defender a la Nación Española o certificar su defunción como tal, es la crucial disyuntiva ante la que se encuentran los señores compromisarios del PP.
La Fundación DENAES nació con la firme voluntad de hacer lo que su nombre indica, defender a la Nación con las palabras, los argumentos, los gestos… la acción política.
Esperemos que a la conclusión de este congreso el PP haya aclarado sus ideas sobre España. Y entonces, también nosotros tendremos que definirnos; no sobre España -ese es el problema del PP, no el nuestro- sino, antes bien, sobre el Partido Popular.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA