Recientemente se ha votado en el Congreso la Ley Trans, que sigue avanzando en el itinerario hacia su implantación. Ser hombre o ser mujer (“macho” o “hembra” en el resto de mamíferos y especies sexuales), dicen aquellos a favor, no es una cuestión biológica, sino una cuestión de sentimiento. Por multitud de ámbitos en nuestro día a día se nos cuela, perniciosamente, una idea que corre el riesgo de fijarse en nosotros como un filtro, en absoluto adecuado para juzgar la realidad: el filtro de valorar la bondad de las decisiones solo y exclusivamente por el sentimiento que susciten en el sujeto. ¿Abortar? Si es lo que siente la madre, está bien, independientemente de que suponga acabar con la vida indefensa de una criatura, nada menos que su propio hijo, en su propio vientre (con independencia de lo que cada uno pueda pensar al respecto sobre este tema, la idea creo que se entiende). ¿Ser corrupto? ¿Faltar a tu pareja? ¿No ser un buen profesional por desidia o comodidad? ¿Analizar la ética de nuestras acciones solo por el “gustirrinín” que me provoca…? La respuesta a la hora de afrontar estas decisiones que la Vida nos plantea parece ser: “haz como sientas”. Nunca he entendido, entonces, que se hace con personas trastornadas que “sienten” que tienen que matar, que tienen que violar, que tienen que hacer daño a los demás… Total, solo hacen lo que “sienten”.

Decía Platón en su alegoría del carro alado que los sentimientos son los corceles que permiten que el vehículo avance. Pero es la razón, el intelecto, el que marca la dirección adecuada. El auriga. Ojalá, como decía otro filósofo, Aristóteles, estemos tan bien educados que lo que digan razón y sentimiento coincidan. Pero es que no siempre sucede así (como cuando nos levantamos por la mañana para ir a trabajar, por ejemplo). El sentimiento tiene algo que decir, pero su juicio no puede ser definitivo.

Actualmente, muchos ciudadanos en nuestro país no se sienten especialmente afortunados por ser españoles. ¿Y qué? Repito mi pregunta del principio: ¿Es que el sentimiento lo es todo? A lo mejor estas personas podrían empezar por estudiar algo de historia (algo que desde los centros de enseñanzas vemos que cada vez se hace menos y con menos rigor). Quizás entonces se darían cuenta de la inmensa suerte que tenemos de poder llamarnos españoles. Como publicaba la pasada festividad del Pilar el periódico La Razón: somos el tercer sistema de salud más eficiente del mundo, líder mundial en trasplantes y tercer país con esperanza de vida más alta; contamos con la segunda lengua más hablada del mundo, somos un referente histórico, turístico y de seguridad ciudadana a nivel mundial. Y por supuesto, uno de los países más influyentes culturalmente. Casi nada. Menos sentimiento infantiloide y más estudio y formación. Quizás entonces surgiría el sano y natural sentimiento, que muchos ya albergamos, y gritarían emocionados:

¡Viva España y vivan los españoles!

 

Juan Cobo Rodríguez