El COVID-19 ha impedido que el Foro Económico Mundial, también conocido como el «Foro de Davos», no haya podido celebrarse en la tradicional localidad Suiza que le da su sobrenombre y por lo tanto esta 51º edición ha tenido que llevarse a cabo de forma telemática a través de la clarividencia que es posible por televisión formal, uno de los medios de comunicación que más han hecho por la globalización positiva (que no hay que confundir con la globalización aureolar que proponen los lobos de Wall Street, de la City y de la Unión Europea que buscan un Gobierno Mundial que ni existe ni puede existir más allá de sus alocadas ideas). No obstante, los organizadores del Foro pretenden que éste se realice de manera presencial entre el 13 y el 16 de mayo, y por primera vez no será en Davos sino en Singapur.

   El tema de este año, tras el pandémico 2020, no podía ser otro: cómo alcanzar la recuperación económica tras la crisis sanitaria. También se ha hablado del «Gran Reseteo» o «Gran Reinicio», que suena tan fantasioso como la «refundación del capitalismo» de la que se hablaba en 2008. Y con todo, los ideólogos del Foro no han querido dejar de lado el tema estrella de la anterior edición: los retos medioambientales del planeta. No olvidemos que antes de que el COVID-19 se propagase por el globo todo se centraba en una supuesta «emergencia climática», que el gobierno socialglobalista de Sánchez jaleó a los cuatro vientos y posiblemente predicó más que nadie (junto a una doméstica «alerta antifascista»).

    El Foro ha sido inaugurado ni más ni menos que por Xi Jinping, el cual ya asistió en persona en 2017 y se refirió a China como el líder de la globalización. Pero el líder chino no se estaba refiriendo a la globalización centrífuga que estos años atrás han intentado imponer urbi et orbi los anglosajones con su «anglobalizazión», sobre todo a raíz de la caída de la Unión Soviética. Tal intento se basaba en planes y programas, que al fin y al cabo son aureolares, de gobernanza mundial. No, ese no es el modelo de globalización de China, por mucho que se especule en los foros conspiranoicos; porque conspiranoico es pensar que todos están juntos: Xi Jinping, los Rothschild, los Rockefeller, los Morgan, Bill Gates, Soros, Biden, Kamala, Warren Buffet, Jeff Bezos, Carlos Slim, Mark Zuckerberg, Larry Ellison, Michael Bloomber y Pedro Sánchez (con Iglesias Turrión como responsable español de la Agenda 2030).  

    El modelo chino es el de la globalización centrípeta, en donde China se comprende como su nombre indica: el Reino del Centro. Se trata de un proyecto que pretende que a través de las rutas de la seda, y del 5G y la inteligencia artificial, las demás naciones giren en torno a China, como si ésta fuese el axis mundi.

    Ha dicho Xi en su discurso: «Ninguno de los problemas globales se puede resolver por un país de forma individual, y la única solución radica en la acción global, la respuesta global y la cooperación global. Frente a los intrincados y complejos problemas del mundo, el camino correcto es defender y practicar el multilateralismo y promover la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad». Siempre y cuando esta globalización y ese multilateralismo giren en torno a China.

    También soltó bonitas palabras, que obviamente son patrañas: «La esencia del multilateralismo consiste en que los asuntos del mundo deben abordarse mediante consultas entre todos y el destino del mundo lo deciden entre todos los países». Obviamente el mandarín les contó a los señores de Davos un cuento chino, y no la revelación de sus arcana imperii. Aunque decir que ahora son «todos los países» los que deciden es una manera indirecta de decir que ya no decide Estados Unidos como superpotencia unipolar, y que ahora decide también China y por supuesto lo hace «barriendo para casa», de manera centrípeta, como si reclamase ese privilegio que supone estar en el centro del mundo.   

    Por su parte, el presidente Putin, que también ha participado en este Davos telemático, lo tiene muy claro y lo dice abiertamente y de manera explícita, sin rodeos: «Es obvio que la era asociada con los intentos de construir un orden mundial centralizado y unipolar, esta era ha terminado. De hecho, no empezó. Solo se hizo un intento en esta dirección. Pero eso ya pasó. Tal monopolio simplemente por su naturaleza contradecía la diversidad cultural e histórica de nuestra civilización. La realidad es que han surgido en el mundo centros de desarrollo verdaderamente diferentes y se han declarado, con sus propios modelos, sistemas políticos e instituciones sociales distintivos».

   ¿Y qué ha dicho el doctor Sánchez en la mesa redonda en la que participó, siendo él un personajillo de medio pelo o más bien que le queda mucho para siquiera llegar a ser mediocre en la política internacional y lo que pueda decir es básicamente irrelevante? Pues centró buena parte de su discurso en el problema medioambiental, anunciando que España ha acordado con la Unión Europea «una reducción adicional del 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 en una trayectoria de descarbonización hacia una economía totalmente neutra en carbono en 2050. El Gobierno de España no tiene rival en la ambición de avanzar hacia una economía descarbonizada». Tampoco tuvo rival en desindustrializarse tras la muerte de Franco (cuyo régimen dejó a España, mal quien le pese, en el octavo lugar de los problemas industriales). Y ahora, para regocijo de la progresía globalista, vamos a seguir desprendiéndonos de nuestros recursos basales. Nihil nove sub sole

    El presidente juega a predecir el futuro, además de doctor es profeta: «En 2030, el 74% de la electricidad se generará mediante energías renovables, en coherencia con una trayectoria hacia un sector eléctrico 100% renovable en 2050. En los próximos tres años, invertiremos 1.500 millones de euros en el desarrollo de proyectos de hidrógeno verde y cerca de 1.000 millones en la economía circular, una palanca clave de la modernización industrial en la economía española y también canalizaremos los recursos del Plan de Recuperación y Resiliencia para renovar 500.000 viviendas y edificios y mejorar su eficiencia energética, así que estamos comprometidos con estas decisiones». Las típicas cuentas de la lechera que prometen el oro y el moro. Aunque al menos el doctor visionario reconoce que «el 40% de los jóvenes menores de 25 años no consigue encontrar un empleo».

    La diferencia entre Sánchez y Xi, y no digamos con el antiglobalista declarado Vladimir Putin, es que el segundo miente pero en beneficio de la posición de China en el mundo, prometiendo una «coexistencia pacífica» que de lo que se trata sin más es de una pretendida pax china; y el segundo lo hace en detrimento de la nación española y poniéndose al servicio de los globalistas, como han hecho todos nuestros presidentes pero él como el que más y así nos va.

    Daniel López. Doctor en Filosofía.