Ya se ha abierto oficialmente la decimoquinta legislatura de la democracia española, la tercera consecutiva con Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. A pesar de las loas que sus afines dedican a su «resiliencia» y «liderazgo», lo cierto es que, hasta la fecha, no ha conseguido completar un ciclo de cuatro años de legislatura y tampoco parece claro que lo consiga en esta ocasión, ya que la gobernabilidad de España se sostiene gracias al apoyo de partidos que reniegan de España. Tal es así, que dichos partidos prescindieron de acudir a la sesión inaugural de la legislatura, ya que no se sentían representados por las instituciones del Estado, instituciones en las que, sin embargo, participan graciosamente y de las que perciben el correspondiente jornal.

Y mientras esto ocurría, que ya es sorprendente, la mayoría mediática se lanzaba a poner el grito en el cielo porque ni VOX, ni PP, aplaudieron el discurso de Francina Armengol, presidente del Congreso, lo cual significa que o no ven muchas sesiones plenarias o tienen perfectamente claro a quién le deben pleitesía. Nada bueno, en ninguno de los dos casos.

El mismo día supimos que el PSOE se reuniría con Junts en Ginebra (repito: ¡en Ginebra!) para ir dando pasos en la consecución de lo pactado hace unas semanas antes. Y esto, de nuevo, sorprendentemente, tampoco pareció inquietar demasiado a nadie.

Y no es que la unidad de España y la igualdad de todos los españoles deba inquietar a todo el mundo (es evidente que a los españoles que han votado a Junts, ERC, EH Bildu, BNG o PNV no les provoca ni un ápice de desasosiego), pero lo que no se puede consentir es que se diga a quienes eso preocupa que «sanidad y educación» o, como dice la vicepresidenta de las cosas chulas, «ganar tiempo y tener una vida mejor». ¿Si España se desguaza, cómo creerán las almas sensibles, democráticas y muy dialogantes que tendrán sanidad, educación y una vida mejor? ¿En la república imaginaria de sonrisas?

Un cuento, un increíble invento, que pasa por hacernos creer que lo mejor para España es asociarse con quienes desprecian a España. No se lo crean. Inevitable, ya lo siento, recordar las ya históricas palabras de Saritísima: ¿¡Pero qué invento es esto!?

Sharon Calderón-Gordo