El ecologismo (y téngase en cuenta que no es lo mismo ecología que ecologismo, así como no es igual ciencia y cientificismo o democracia y democratismo) no ha sido un invento o cosa que le incumbiese a la izquierda comunista (maoísta o leninista), sino que curiosamente ha sido más bien objetivo del capitalismo más escandaloso, el de la ultracasta, esto es, el de las élites globalistas financieras que, entre otras tendencias y partidos, dominan a la socialdemocracia y a las izquierdas indefinidas. Estas élites, a las que se arrodillan y babosean sus tontos útiles izquierdistas, han creado instituciones ecologistas como la WWF (fundada por el príncipe Bernardo de Holanda, fundador del ya famoso Club Bilderberg), Green Peace (financiada por la Fundación Rockefeller) o el Club de Roma (fundado en abril de 1968 por el italiano Aurelio Peccei, jefe del comité directivo de la empresa FIAT, destacado miembro del Club Bilderberg y del consejo de administración del rockefelleriano Chase Manhattan Bank), cuyos pronósticos del libro malthusiano Los límites de crecimiento (1972) han errado completamente (y también los aportados en sus ediciones posteriores: 1992, 2004, 2012).  

    El pasado 8 de abril el Congreso de los Diputados del Reino de España aprobó la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que tendrá que ser aprobado definitivamente en el Senado en el mes de mayo (si no se hacen cambios en el texto lingüístico). De momento la ley ha sido aprobada en el Congreso con 22 votos a favor, 10 abstenciones (PP y Más País) y 5 en contra (Vox, el partido verde).

    Con la nueva ley se pretenderá que los españoles nos pleguemos aún más a las exigencias de la Unión Europea (criatura del globalismo contra la no ecologista Unión Soviética), e incluso en el texto se pretende ir todavía más lejos de lo que pide Bruselas. En el texto legislativo se dice que a partir del 2040 en nuestro país (o lo que por entonces quede del mismo, si es que queda algo) no se podrán matricular vehículos particulares con emisión de CO2 (ya sean híbridos o enchufables) y para 2050 se prohibirá la circulación de vehículos que envían carbono salvo los matriculados como históricos y los que sean de uso comercial.

    Para el 2030 el Gobierno calcula que podría haber cinco millones de vehículos eléctricos y 300.000 puntos de recarga (o «electrolineras»). Para el 2050 se pretende alcanzar la «naturalidad climática», eso significa que para el 2030 se debe reducir como mínimo un 23% de las emisiones del conjunto de la economía española respecto al año 1990. También se estima que el 74% de la energía eléctrica deberá ser de origen renovable, y para el 2050 el 100%, dentro del programa llamado Estrategia de Descarbonización para 2040.

    ¿De aquí a 20 años ya no habrá en España turismos que emitan dióxido de carbono? Para ello necesitamos «que se democratice el coche eléctrico», como decía la vicepresidente cuarta y ministra para la Transición Ecológica Teresa Ribera.

    Para el doctor Sánchez esta ley «es un hito que justifica una legislatura» (la cual no ha podido ser más disparatada y perniciosa para la nación española). Y se jactaba de que la ley recién aprobada en el Congreso sitúa a España «a la vanguardia» de Europa en el ámbito ecologista (entiéndase a la vanguardia de la ideología de la ultracasta ecologista-globalista, que últimamente parece poner en marcha sus experimentos sobre la piel del toro y de los sufridos y/o anestesiados españoles). Sánchez ha llegado a decir que su partido es «el partido ecologista de nuestro sistema». Lo que traduciendo al español el «sanchés» (dialecto del «politiqués») quiere decir que su partido, el PSOE, es «el partido globalista de nuestro sistema». Lo cual no es mérito o más bien demérito exclusivo de Sánchez, pues ya venía siendo así desde tiempos de Felipe González (con el masonazo alemán de Willy Brandt como su padrino). Aunque obviamente el globalismo en España no se agota en el PSOE, y el PP también ha hecho sus pinitos, que no han sido pocos. Y no digamos Unidas Podemos, que actúan como abanderados de la Agenda 2030. Por no hablar de Ciudadanos y de los separatistas, que aunque particularistas también son tontos útiles de aquellos que quieren destruir los Estados nacionales para construir su aureolar Estado Mundial.

    El gobierno socialprofético, socialapocalíptico, socialescatológico, socialcabalístico y en definitiva socialglobalista no sabía lo que podía ocurrir con el coronavirus (en realidad sí lo sabía, pues ahí están los once informes de Seguridad Nacional que sirven como prueba), y sin embargo parece que sí sabe -con temor y pavor ecológico– lo que va a pasar en 2030, 2040 y 2050. No sabe cómo distribuir las vacunas y qué hacer con los ERTES y los parados en este 2021 y sin embargo sabe cómo salvar la Tierra y a toda la sacrosanta Humanidad de aquí a 2050. No sabe cómo levantar el país pero sí sabe muy bien, y en eso en el PSOE son expertos, desindustrializarlo («descarbonización»).

    Daniel López. Doctor en Filosofía.