Algún día del 2027, como máximo, nuestro infame Presidente del Gobierno tendrá que convocar elecciones, si cumpliera la Constitución en este punto. Por supuesto, no sería de extrañar que no lo hiciera, como con la presentación de presupuestos, arbitrando alguna excusa de leguleyo, válida para Cándido Conde Pumpido.
Con la convocatoria electoral en marcha, a buen seguro, sentiremos la enésima presión al electorado, especialmente al que aspira a cambios políticos, sobre el cuento del llamado voto útil, que se traduce en lo siguiente: hay que votar a partidos mayoritarios porque de lo contrario se tira el voto a la basura y eso favorece al rival electoral más directo.
Vamos a desenmascarar esta gran mentira, y demostrarles lo contrario, aunque resulte este papel de hacer reflexiones sobre cómo ser prácticos en la vida, algo impropio de un tipo quijotesco como yo, por lo que, en fin, al margen de las conclusiones que extraigamos, permítanme por favor un consejo; voten siempre a quienes consideren más adecuado conforme a sus exigencias del deber y del honor, y desconfíen de supuestas calculadoras electorales infalibles.
Con carácter previo, como precisión debemos decir que entenderíamos por voto útil aquel que finalmente aspira a conquistar in extremis el último de los escaños disponibles en cada circunscripción electoral, de tal manera que un puñado de votos bien orientados en el cesto correspondiente pueden ser decisivos para la cosecha deseada. En sentido inverso, voto inútil, sería el que no suma en la obtención del representante, más o menos, de la cuerda.
Dicho lo cual, hay que recordar que, en España, los ciudadanos no votamos directamente a nuestro futuro Presidente del Gobierno, que es el encargado de formar gobierno nombrando Ministros, sino que votamos en 52 elecciones distintas (circunscripciones electorales) a las personas (diputados) que han de nombrarlo en la llamada votación de investidura. Los diputados son elegidos en dichas circunscripciones en función no ya del número de votos sino del porcentaje obtenido (de ahí la importancia de la abstención) teniendo en cuenta que en cada provincia se asigna un número distinto de diputados en función de su población.
La asignación concreta de diputados se lleva a cabo de acuerdo con la llamada ley o método D’Hondt, que básicamente consiste en elaborar, con los partidos que alcancen un mínimo del 5% de los votos emitidos, una tabla en la que conste, por un lado, los partidos políticos que se han presentado en la circunscripción con los votos obtenidos y, por otro lado, tantas columnas con el número de votos de cada candidatura dividido por 1, 2, 3… hasta donde proceda. Finalmente, los escaños se atribuyen a los coeficientes más altos, en orden decreciente. Les pongo un gráfico para que lo visualicen mejor, en un supuesto de provincia con 5 escaños.

Por tanto, como primera precisión, sería que no es, desde luego, voto útil, las papeletas correspondientes de aquellos partidos no sólo que no alcancen un 5 % del mínimo para poder participar, sino del mínimo para obtener representación en su circunscripción (que en las provincias de 3 escaños podría estar en torno al 17 %, en las de 4 a un 16 %, etc.).
A partir de aquí, vamos a tirar de una media de las encuestas recientes, simplificando mucho la cuestión, para fijar unos hipotéticos resultados electorales del siguiente tenor: PARTIDO A: 30% PARTIDO B: 25 % PARTIDO C: 20 % PARTIDO D: 9 %
Este panorama lo pinto respecto de las que podríamos llamar, circunscripciones estándar, es decir, aquellas a la que aludía recientemente el Presidente del Gobierno de ir en coalición con SUMAR para precisamente concentrar voto útil. Excluyo, por tanto, a las provincias catalanas, vascas, gallegas, canarias y navarra que tienen su propia idiosincrasia. Además, saco de la ecuación a las grandes circunscripciones como Madrid o Valencia, sobre las que las precisiones que vamos a realizar no serían tan apropiadas.
En definitiva, estamos hablando de 36 circunscripciones electorales, que harían un total de 188 escaños. La mayoría del Congreso recuerden que son 350.
Llegados a este punto, vamos con el análisis, en función de los escaños asignados a las circunscripciones:
- En las de una, el escaño es para el ganador, sin más (Ceuta y Melilla).
- En las de dos, la pugna principal se produce entre el partido B y el C por el segundo escaño, siendo indiferente a estos efectos el primer partido (Soria).
- En las de tres, el tercer y definitivo escaño se disputa entre el partido A y el C, asignándose al C si el primero no le duplica en votos (Ávila, Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Segovia, Teruel y Zamora).
- En las de cuatro, los tres primeros escaños se repartirían a los tres primeros partidos y el cuarto escaño estaría entre el partido A y el D, siendo según la hipótesis electoral manejada en estos momentos para el A (Albacete, Burgos, Cáceres, León, La Rioja y Salamanca).
- En las de cinco, el quinto escaño se disputaría entre el partido B, C y D en dura pugna. (Badajoz, Cantabria, Castellón, Ciudad Real, Huelva, Jaén y Valladolid).
- En las de seis, la principal disputa nuevamente por el último escaño sería entre el partido A y el C. (Almería, Córdoba, Toledo).
- En las de siete, el último escaño estaría en liza entre el partido C y el D (Asturias, Granada, Zaragoza).
- En la de ocho, seguramente la batalla final entre el octavo escaño estaría entre el partido B y el D (Baleares)
- En la de nueve, nuevamente el último escaño lo lucharían entre el partido B y el C (Cádiz).
- En la de diez, el último escaño sería ya muy apretado entre el partido A, el B e incluso el C (Murcia).
- En la de once, lo normal sería el último escaño para el partido C, si bien apurado por la presión del partido B e incluso del A(Málaga).
- En las de doce, se produciría, una gran pugna, cuestión de décimas ya un poco entre todos los partidos en liza (Alicante y Sevilla). Así en general, también en las circunscripciones ya más amplias como Madrid o Valencia.
En conclusión:
Primero, si me permiten, por deformación profesional, destacar la gran labor que hizo Don Javier de Burgos en 1833 (Gobierno Martínez de la Rosa) al dividir España en provincias, tal como las actuales con una única modificación, que dos siglos casi después en un país como el nuestro, no genera polémica alguna.
Segundo, el voto útil a los mayoritarios (en el ejemplo A y B) no existe, siempre que haya otros partidos que superen umbrales del 15 %. Lo hemos podido comprobar por circunscripciones electorales concretas, por lo que como les decía: ¡voten sin miedo alguno! a quien consideren mejor para España y no se dejen timar con el cuento del llamado voto útil.
Alberto Serrano Patiño.
Ex Concejal del Ayuntamiento de Madrid
Funcionario de Carrera. Letrado.
Docente y escritor
