La verdad es el resultado y el resultado del 15M fue la formación del partido político Podemos, y su coalición con Izquierda Unida formando Unidos Podemos, que final e ideológicamente se quedó en Unidas Podemos (por no llamarlo Unides Podemos), y las malas lenguas lo rebautizaron como «Unidas Pandemias». Y en esto quedó la «Democracia Real» que aquellos ingenuos manifestantes con conciencia cátara y albigense imploraban.    

        Recordemos que todo esto empezó con un terremoto que sacudió Murcia, tras el aleteo de una mariposa (como si todo estuviese conectado con todo, cuando ese no es el caso). Desconocemos las verdaderas causas de la precipitada salida del señor Turrión del gobierno de la nación. Pero visto lo que hemos visto parece una especie de suicidio político salir de la vicepresidencia segunda del gobierno para presentarse a las elecciones de la Comunidad Autónoma de Madrid con objeto de salvar a ésta del «fascismo». Ha sido una manera excesivamente bochornosa de hacer el ridículo, incluso para un individuo tan patético como Pablo Manuel Iglesias Turrión. El resultado ha sido una doble salida: primero dimitía de la vicepresidencia segunda del gobierno y segundo de la política en general («de partido», «institucional»). ¿Tan fácil les ha resultado a los españoles deshacerse de este hipócrita? ¡Quién nos lo iba a decir hace sólo un par de meses! ¡Isabel Díaz Ayuso, la nación española le debe dos!   

    Y hablando de nación, ¿qué ha hecho su señoría en pos de la nación española? Siempre que ha salido el caso ha defendido una república plurinacional, pero nunca ha sabido especificar si esas naciones que compondrían dicha república son naciones étnicas o naciones políticas. De hecho es algo que nunca se ha planteado, que ni siquiera se le ha pasado por su moñuda cabeza. No ha sabido defender o mínimamente exponer una Idea de nación. Y para más inri, siempre que ha podido se ha posicionado a favor de los separatistas, o sostenido tesis muy próximas a los mismos.

    En Twitter Gabriel Rufián escribía refiriéndose a la despedida de Turrión: «Pablo Iglesias, respeto eterno». El separatista catalán no fue tan amable cuando el dueño de la mansión de Galapagar salió del Gobierno. E incluso habló de «testosterona», «guionistas de Netflix» y «tutores» (pues decía que a ERC no le hace falta la tutela de nadie para  hablar con el Ejecutivo). Mejor se llevaba el señor que se nos va con Joan Tardá, al cual incluso en pleno hemiciclo obscenamente llegó a abrazar. El separatismo tiene una deuda con Felipe González, también con Aznar (el Majestic), no digamos con ZP, y desde luego con Rajoy. Pero también tiene una deuda con el creador del partido morado y de círculos que parecen el intento fallido de hacer una «o» con un canuto. Pablo Manuel es enemigo de la nación española y por tanto nos congratulamos por su ridícula caída. ¿Será el podemismo sin Turrión lo mismo que el franquismo sin Franco?

   Ha sido una odisea de «vértigo» durante estos diez años que van desde aquella ilusionante ilusión de ilusos que fue el 15 de mayo de 2011 hasta el fatídico 4 de mayo de 2021, cuando nuestro protagonista se trasladó desde Vallecas hacia Galapagar, dando un giro de clases desde la gente hasta la casta, y que se movió desde la universidad hasta la gobernabilidad. He ahí otro de los resultados (otras de las verdades del barquero) de ese antro llamado Somosaguas.

    En su último acto de «hiprogresía» Pablo Manuel ha dejado tirado a sus votantes, cosa que dijo que no iba a hacer. Ya no sufrirá lo que para él tiene que ser un tormentoso aburrimiento al trabajar de diputado raso en la asamblea de la Comunidad Autónoma de Madrid. Si le parecía soporífero el puesto de vicepresidente y de asuntos sociales, además de ser lacayo de los globalistas de la Agenda 2030, imagínense lo que le puede parecer al señor del moños y del chaletazo un asiento en dicha asamblea y además fuera del gobierno, perdiendo todas o casi todas las votaciones que allí llegarán a hacerse al sumar mayoría absoluta PP y Vox. Él prefiere el espectáculo, y puede que para eso tenga al señor Roures. De modo que abandona la «política de partido», la «política institucional», para hacer política desde la televisión y cumplir su sueño juvenil. Ahora emprende un viaje que va desde la política de salón hacia la política de plató, que al fin y al cabo -universidad mediante- fue donde empezó. En la política real «no suma».     

    Las ratas huyen cuando se hunde el barco, y efectivamente éste se hunde. Cierre al salir la puerta giratoria. «No pasarán», decían; pero lo hicieron pasando por el rodillo a la izquierda retroantifascista loca y trasnochada, que infantilmente lucha contra el fascismo, el nazismo y el franquismo. Los otros luchan contra el comunismo. Y en esta parodia de la Guerra Civil se ha quedado la política española en pleno siglo XXI y en plena pandemia.

    Madrid ha sido la tumba del turrionismo, y esperemos que sea el principio del fin del sanchismo.

    Daniel López. Doctor en Filosofía.