El retrato de Francisco de Goya al Marqués de San Adrián es admirado por ser uno de los mejores del pintor aragonés más universal y se puede admirar en el Museo de Navarra. Representa a José María Magallón y Armendáriz, VII marqués de San Adrián, nacido en Tudela en 1763, hijo de José María Magallón y Mencos, marqués de San Adrián y señor de Monteagudo, y de Josefa de Armendáriz y Acedo, de los marqueses de Castelfuerte, existiendo huella de sus antepasados desde el Renacimiento. Su figura representa el llamado Siglo de las Luces de Navarra, y su familia es la impulsora de la creación de la Real Sociedad Tudelana de los Deseosos del Bien Público, único ejemplo en la región de la institución más característica y original de la Ilustración española.

Tras el destello de la luminaria del siglo XVIII, volvamos a las sombras de la Navarra del presente. La aprobación de la ley de memoria democrática y el asalto al pasado que en la misma se consuma, con el blanqueamiento de asesinos o la mitificación de ciertos hechos que se reescriben al dictado de las plumas más sectarias, no pretende otra cosa que controlar el presente y dirigir el paso hacia la construcción del futuro que ambicionan. A ello también contribuye la cultura del odio debidamente inoculada durante décadas en las provincias vascas y navarra, que ha generado un rechazo visceral a España, sus símbolos e historia, sus mitos y sus leyendas, sus costumbres y tradiciones. Lo pudimos comprobar con ocasión de la celebración del día de la hispanidad en múltiples escenarios y con diferentes escenificaciones. Y, por citar ejemplos de proximidad, llevar una rojigualda se tachó de provocación en Pamplona, incluso se llegó a agredir a su portador, que curiosamente era de origen cubano, lo que viene a demostrar que la defensa de la hispanidad, con sus luces y sus sombras, es un sentimiento de unidad que perdura cinco siglos después y no entiende de mentes acomplejadas que necesitan inventar una historia que nunca tuvieron. También en la universidad pública pamplonesa, las juventudes de Sortu, Ernai, quemaron una bandera española para exigir la independencia, todo un clásico, y protestar contra la celebración de «un día que es español, colonial y opresor», y semejante menestra de reivindicaciones demuestra la papilla ideológica que da sostén a estos grupos adoctrinados e incultos. Conviene recordar que Sortu forma parte de la coalición EH Bildu, que actualmente sostiene al Partido Socialista de Navarra en la presidencia de la comunidad.

La reescritura de la historia con el blanqueamiento de los herederos de la banda terrorista se realiza desde las propias instituciones, lo volvimos a escuchar en boca de la consejera de Relaciones Ciudadanas del Gobierno de Navarra, cuota de Geroa Bai en el cuatripartito, que afirmaba que «(…) no podemos cuestionar que EH BILDU sea una fuerza legítima, aunque debería hacer crítica de su pasado y reconocer que no estuvo bien lo que hizo la banda terrorista ETA». Pero en nombre de la democracia no se puede justificar todo, así solo consiguen pervertirla. Repugna la equidistancia al referirse a los responsables de asesinar a más de 800 personas, entre ellos niños, hechos que merecen calificativos mucho más gruesos y la mayor de las repulsas.

El partido socialista de Navarra no le hace ascos a EH Bildu, con quien acaba de firmar los últimos presupuestos, y ya van cuatro acuerdos presupuestarios suscritos con esta formación política que debería estar ilegalizada en lugar de decidir el destino de los recursos públicos, no solo de una región, sino de todo el país. Sobra decir que buena parte de ellos se destinarán a consolidar sus políticas identitarias, con su correspondiente retorno en votos, como la nefasta política lingüística, tan útil para construir identidades, en una región donde con pasearse por cualquiera de sus pueblos se puede comprobar cómo se dilapidan recursos públicos en tratar de imponer una lengua en algunas zonas donde ni se habla ni nunca se ha hablado.

Lo que se pacta en Navarra no sólo cuenta con todas las bendiciones de Madrid, que dirigen la política de la comunidad a falta de liderazgo de la presidente regional. También sirve para blanquear la política nacional de Sánchez, que dirige hacia su único y exclusivo beneficio, y que nuevamente pacta el proyecto de presupuestos generales del estado con partidos que aspiran a desguazar España. Normalidad democrática lo llaman.

Bildu ha prometido estos días hacer lo posible para que Sánchez esté en la Moncloa hasta 2027, y le creemos. Es lo mejor para Bildu, el precario gobierno de Sánchez está comiendo de su mano, trabaja con empeño en su blanqueo y ha asumido plenamente su relato al tratar como presos políticos a los asesinos de ETA, esos que Otegui quiere sacar de la cárcel a cambio de sus votos por la aprobación de los presupuestos. Y que Otegui tenga ese deseo es razonable, lo que no tiene pase es que Sánchez entre en ese indigno juego. Mientras tanto, la presidenta navarra ha manifestado que el PSN no se plantea un Gobierno con EH Bildu porque “nos separan cuestiones éticas”. Y a quién le importa lo que diga. ¿Quién les cree?. Considerémoslo licencias de precampaña, porque todos sabemos que pactará con quien le diga Sánchez, a quien precisamente no adorna la virtud de la ética, y se lo conoce por ser únicamente deseoso del bien propio.

 

Sara Baigorri