Debo comenzar aclarando que por lo menos en mi caso, la ausencia de sorpresa por las declaraciones realizadas recientemente por la exministra socialista María Antonia Trujillo cuestionando la españolidad de Ceuta y Melilla, ha sido absoluta.

Una exministra, que hasta hace muy poco ha venido desempeñando funciones diplomáticas en la embajada de España en Marruecos y que tras su cese y ya en calidad de socialista aduladora y beneficiaría, como otros tantos de los suyos, del régimen marroquí, se encontraba participando en Tetuán en unas jornadas junto a otro eminente promarroquí, el también socialista y expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Es conveniente destacar que el teatro en política dura mientras se está en el cargo institucional, o se aspira a él. Tras dejarlo, aparece la realidad que subyace en el pensamiento de cada uno de estos políticos que forman parte de la izquierda de este país. Una izquierda profundamente antiespañola, filoetarra, islamizante, marroquinizadora y promarroquí.

En este caso, la exministra Trujillo ha dicho lo que ya pensaba cuando desempeñaba las más altas funciones de representación del estado español, solo que sin manifestarlo contribuía a ese mismo fin, que no era otro que el de coadyuvar con su acción política a empujar cada día un poquito más a Ceuta y Melilla hacia las garras de Marruecos. Hace no mucho pudimos ver como otro promarroquí mimetizado que ejercía de viceconsejero del gobierno de Melilla por el cupo de ese artista del camuflaje marroquí llamado Aberchan, prestaba servicios de guardaspaldas y compañero de borracheras del sátrapa marroquí. Otro más en la lista de esos españolazos que con tanta vehemencia suelen defender algunos políticos de talonario, liderados por los vetustos Vivas e Imbroda, para los que Ceuta y Melilla, más que España, debe ser otra cosa. 

La existencia de grupos promarroquíes en las ciudades de Ceuta y Melilla por desgracia es una peligrosa realidad. Un entramado político y asociativo que abarca desde el PSOE a MDyC pasando por Caballas-Ceuta Ya o Coalición Por Melilla, asi como por todo tipo de asociaciones pantalla. Políticos al servicio de la marroquinización de ambas ciudades y que se han visto retratados ante tan traidora declaración de una de los suyos, ya sea a nivel de militancia política o filiación ideológica. Alcanzándoles el asunto solo para calificar timoratamente tan traidoras declaraciones como «desafortunadas» y poco más. Y rezando,  entiendo que con el beneplácito del «Príncipe de los Creyentes» para que amaine el temporal lo más pronto posible y esto no vaya a más, no sea que a ellos también se les caiga la careta.

Por parte de las instituciones del Estado poco o nada se esperaba ante tal afrenta. Sobre todo teniendo en cuenta que contamos con un traidor profesional llamado Pedro Sánchez a su cabeza. De modo que conocidos los mimbres, difícilmente se podía esperar una inmediatez reactiva al asunto y en el caso de que se hubiese producido, se intuye que esta no habría sido excesivamente acalorada. No sea que Marruecos se altere y vuelva a subir la intensidad de su chantaje.

Tampoco nos es extraña la reacción impávida del Premier local, Juan Vivas, marroquinizador confeso y dueño y señor del peperismo caballa, quien optando por minimizar la categoría de la afrenta, prefirió hablar de deslealtades y no de traiciones. Mostrándose sorprendido, o quizá más bien apenado, por no haber visto correspondida esa cobarde «lealtad institucional» con la que embadurna su habitual colaboracionismo con sus socios de traiciones.

Poco más se puede decir de un asunto que no por previsible puede ser considerado menos escandaloso. Quizá lo más significativo en estos momentos sea que tras esto, muchos ciudadanos han adquirido la plena consciencia de que cualquiera de estos que hoy se apresuran desesperadamente a hacer gala de su españolidad institucional, rasgándose las vestiduras y haciéndose los ofendidos, pueden ser los «Trujillos» de mañana.

Entre traidores anda el juego, Sánchez, Vivas, Trujillo, Zapatero o Rajoy. La única diferencia reside en que el miedo les entra cuando uno de su banda decide acabar con el teatro y les deja desnudos y en evidencia ante la opinión pública.

Juan Sergio Redondo Pacheco

Denaes Ceuta