Un político de la Rusia zarista afirmaba durante los fastos realizados en 1909 para celebrar la victoria de Pedro I el Grande sobre el Reino de Suecia en Poltava, que si una nación se veía obligada a conmemorar una victoria acontecida hacía doscientos años como su hecho bélico más relevante, había que empezar a cuestionarse seriamente el presente y el futuro de la Nación.

Es evidente que lo ocurrido en Annual en 1921 y que hoy cien años después conmemoramos, no es la historia de una victoria militar sino precisamente todo lo contrario, la de una derrota aplastante, absoluta y sin paliativos. Un desastre en toda la extensión del término, que no quedó circunscrito solo al ámbito de lo estrictamente militar o colonial, sino que ocasionó un verdadero terremoto político en España que dio al traste con un sistema restauracional que ya para entonces estaba agotado y a una verdadera crisis institucional que tuvo su momento culminante dos años más tarde, con el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera y la instauración de su dictadura militar.

Un acontecimiento histórico que también tuvo consecuencias inmediatas, no ya solo para la institución militar, abriéndose una verdadera causa general contra el Ejército español en África que dará lugar al ampliamente conocido y estudiado “Expediente Picasso”, sino que además, provocará un replanteamiento total de la política colonial española en Marruecos, redefiniéndose  a partir de ese momento, todo el proceso de implantación territorial en la zona española del protectorado marroquí.

De igual modo es necesario contextualizar adecuadamente lo sucedido en Annual dentro de la historia militar y colonial europea de aquellos años, ya que este desastre militar no se puede situar como un hecho aislado de la misma, derivado exclusivamente, bien, de la debilidad militar española del momento, o bien, de la falta de una política o estrategia colonial adecuada. Durante los siglos XIX y XX fueron numerosos los desastres militares con similares características, sufridos por naciones con mayor ímpetu colonial y desarrollo tecnológico. El Imperio Británico padeció derrotas aplastantes en escenarios tan dispares como Maiwand (1880) durante la segunda guerra Anglo-Afgana o en Isandwana (1879) durante las guerras zulúes de finales del XIX. Francia por su parte y de manera contemporanea a Annual sufrió su gran derrota marroquí, también ante Abdel-Krim, en la batalla de Uarga (1925) o años después en indochina en Dien Bien Phu (1954).

Es por tal motivo que el Desastre de Annual merece un espacio destacado de análisis y de conmemoración propia, más allá del hecho de armas en si o del propio suceso histórico, especialmente por lo que este significó para la historia en general de España, para la generación que le tocó vivirlo y por las secuelas que, en mayor o menor medida, este acabó dejando a todos y cada uno de los pueblos implicados en esta historia.

Hasta 1921 la acción de España en Marruecos se puede calificar como intermitente, con avances y retrocesos notables, especialmente dubitativa y en muchos casos carentes de un verdadero impulso colonizador. Estando por lo general sometida, en unos casos, al contexto político internacional del momento, o en otros, a la propia acción colonizadora francesa en su zona.  Lo que si queda de manifiesto es que el Desastre de Annual supone un punto de inflexión para la presencia colonial española en el norte de Marruecos, liquidando en tan solo unas jornadas, toda la labor realizada por las autoridades militares españolas desde 1912.

Cabe destacar que el avance español en el territorio marroquí se caracterizaba por un tedioso y lento proceso de penetración militar que se sustentaba en un complejo sistema de pactos con los caídes locales, una especie de jefecillos tribales de dudosas lealtades ya estuvieran estas dirigidas a España, al Sultán o al Jalifa, su representante en la zona española del Protectorado. La estrepitosa derrota puso de relieve la fragilidad de la estrategia y la precaria situación en la que esta dejaba a las fuerzas españolas desplegadas en este escenario norteafricano.

Ahora bien, difícilmente se puede entender todo lo sucedido aquel verano de 1921, sin conocer a sus dos principales protagonistas. Por una lado, el general de caballería y a la sazón Comandante General de la Plaza de Melilla, Manuel Fernández Silvestre y por otro, Abd el-Krim El-khattabi, prohombre de la cabila de los Beni Urriagel.

Mucho se ha escrito del general Fernández Silvestre figura tan controvertida como legendaria, a quien la historiografía, casi de manera unánime, le atribuye la responsabilidad de todo lo ocurrido durante las trágicas jornadas de Annual. Militar enérgico y curtido desde muy joven en la guerra colonial finisecular que finiquitará el imperio ultramarino hispano. Pronto pasará a ser unos de los oficiales de referencia en los inicios de la implantación del protectorado español en Marruecos, teniendo una presencia destacada en todas las operaciones desarrolladas durante el periodo de 1910 a 1920 en la circunscripción occidental del protectorado, participando activamente en la consolidación de la presencia española en Larache, Arcila y Alcazarquivir y asumiendo posteriormente las comandancias generales de Larache y Ceuta en 1913 y 1919 respectivamente, desde donde se empleó a fondo en el sometimiento de Mohamed Abdalah al-Raisuli, popularmente conocido como “El Raisuni” líder indiscutible de la rebelión marroquí en la Yebala.

Será en 1920 cuando asuma el mando de la Comandancia General de Melilla, iniciándose el proceso de ocupación progresiva del Rif con la intención de conseguir la pacificación de la región oriental del protectorado, ocupación esta, que hasta entonces había estado supeditada a las operaciones en la zona occidental. Mando que conservará hasta su muerte en Julio de 1921.

Su némesis en esta etapa sería Abd el Krim El-Khattabi, hijo del caíd de los Beni Urriaguel, una de las principales y más belicosas cabilas del Rif marroquí, cuya capital, Axdir, se situaba en pleno corazón de la bahía de Alhucemas. Producto indirecto de la acción colonial hispano-francesa, desde muy joven tomará contacto con la nueva realidad política marroquí surgida al amparo de la creciente influencia de españoles y franceses en Marruecos. Siendo aún muy joven será enviado a estudiar el bachillerato español en Melilla y Tetuán, trasladándose posteriormente a Fez para estudiar derecho islámico en su Universidad, llegando incluso a realizar estudios durante una temporada en la Universidad de Salamanca.

De vuelta en Melilla, para 1915, ya aparece prestando servicios para la administración colonial española, lo que le permitirá conocer de primera mano todo el entramado jurídico político asociado al proceso de implantación territorial del protectorado, conocimientos que aprovechará hábilmente, cuando acabe entrando en confrontación directa con España, tras una confusa acusación de espionaje que le enviará a prisión durante un tiempo, dejándole incluso secuelas físicas, y que será el desencadenante de una ferviente reacción anticolonialista que le llevará a convertirse en un verdadero líder que conseguirá unir a la mayoría de los rifeños contra España y Francia, ocasionándoles a ambas potencias coloniales las terribles derrotas de Uarga y Annual.

La antagónica e irreconciliable visión sobre las virtudes del colonialismo, unido a un cierto mesianismo providencialista muy presente en ambos personajes, y su confluencia en el espacio y en el tiempo, arrojará sobre el tablero de la historia un acontecimiento tan excepcional como terrible que ocasionará, desde el 22 de julio al 9 de agosto de 1921, la muerte de casi doce mil militares españoles, incluida la de Fernández Silvestre y el derrumbamiento total de la Comandancia General de Melilla.

Como en toda situación extrema, en la que las capacidades del ser humano se ponen a prueba, los hechos y actos militares que se sucedieron durante aquellos trágicos días, oscilarán entre lo heroico y lo indigno, entre lo épico y lo dramático. Acciones como las gestas de Abarrán, Igueriben, Sidi Dris, Dar Hamed o las laureadas cargas del regimiento de caballería Alcántara, contrastarán con otros actos muchos más tristes y quizás no tan loables, fruto del miedo y de la propia condición humana y que se sucederán durante la retirada de Annual o en Monte Arruit.

El Desastre de Annual fue el prólogo de lo que a partir de ese momento se convertiría en una guerra generalizada que incendiará todo el Rif marroquí por un lustro. Un conflicto al que la historiografía denominará como guerra de Marruecos o guerra del Rif y que se prolongará prácticamente hasta 1927, implicando a toda una generación de marroquíes, españoles y franceses y que tendrá como punto culminante, en 1925, el desembarco franco español de Alhucemas, donde se pondrán las bases de la derrota de Abd el-Krim y la posterior pacificación de la zona oriental del Protectorado. 

Durante algunos años, la derrota de Annual fue objeto de una fuerte controversia en la sociedad española, entre quienes exigían se depurasen las correspondientes responsabilidades políticas y militares que habían llevado a tal desastre y quienes deseaban dar carpetazo al asunto, pasar página y en cierto modo olvidarse de todo lo que tuviese que ver con Marruecos. Un fuerte sentimiento abandonista fue anidando en una clase política española más preocupada por apuntalar un régimen resturacional que ya difícilmente se sostenía y que será otra víctima más de aquel desastre, dando paso en 1923, a la dictadura primorriverista. 

El General Primo de Rivera, quien hizo en un primer momento suyas las tesis abandonistas, pronto se vería arrastrado a aceptar el hecho de la presencia de España en Marruecos, siendo uno de sus logros políticos más relevantes, precisamente, la pacificación del Protectorado. Mientras tanto Annual pasó a ocupar un papel secundario, diluido en el contexto bélico por él inaugurado. Los hechos de armas que le sucedieron, en cierto modo mitigaron o minimizaron, la magnitud de aquel desastre durante la dictadura. La Segunda República apenas se interesó por un suceso que para entonces ya era parte de la historia y la participación directa de los militares africanistas curtidos en la guerra marroquí en la instauración del posterior Régimen franquista, hizo que la historiografía de este periodo, enmarcase y justificase este acontecimiento como un episodio más dentro del escenario bélico más amplio de la propia guerra rifeña.

Con la llegada de la democracia parlamentaria la propia despolitización del acontecimiento con la práctica desaparición física de quienes participaron de aquel episodio histórico y conforme se iba acercando la efeméride del centenario, los estudios, publicaciones y análisis sobre el desastre de Annual se fueron haciendo mucho más habituales, atribuyéndole personalidad histórica propia y disociándolo, de algún modo, del contexto histórico político y militar en el que se produce.

De ahí la importancia y a pesar de las críticas, de la conmemoración que este año hacemos de aquel desastre norteafricano ocurrido en un pequeño poblado marroquí. Una necesaria revisión histórica y a la vez existencial de un acontecimiento militar puntal y alejado en el tiempo, que si ya entonces definió, la configuración política, económica y social de varias generaciones de españoles, ahora, sin duda, también está destinado a marcar, la capacidad, el valor y la madurez con la que seamos capaces de recordarlo, y como apuntábamos al principio de este artículo en palabras de aquel político ruso, nos permitirá comprobar la fortaleza de nuestro país a la hora de confrontar su pasado con su presente, determinando con ello, su futuro.

Juan Sergio Redondo Pacheco