Lo que viene tras la crisis sanitaria, cuando por fin haya vacuna o el virus muera, lo llaman «nueva normalidad»; y a lo que llega tras el Estado de Alarma lo ha bautizado Sánchez como «normalidad vigilada». Sobre esta última expresión, que representa una novedad en la jerga sanchista, habría que hilar en otro momento para saber qué hay exactamente detrás. Es, en parte, la expresión «nueva normalidad» la que vamos a hilvanar en este editorial.
Veamos. Si es «nueva» no es lo normal, al ser precisamente una novedad, es decir, algo que no era lo habitual. En todo caso cobraría estatus de normalidad cuando el tiempo haga que dicho estado se acomode como costumbre, pero para entonces ya no podría hablarse de novedad. Por tanto parece que la expresión «nueva normalidad» es un oxímoron. Luego más bien cabría hablar de «nueva anormalidad», pero esta expresión sería un pleonasmo, pues toda anormalidad por definición es novedosa, al establecerse un nuevo panorama que no es el habitual (el «normal»).
Pero más vale pleonasmo que oxímoron, pues el primero es una figura retórica que pretende reforzar lo que se dice, incluso lo ornamenta pese a no incluir nueva información precisamente por redundante; y el segundo es una contradicción en los términos, pues se está utilizando dos conceptos que significan lo contrario en la misma expresión.
Vamos a poner un ejemplo ilustrativo a ver si por fin lo captan algunos intelectos o intelectuales, «los nuevos impostores».
«Nación de naciones» es un pleonasmo cuando se está diciendo «nación política de naciones étnicas», pues toda nación política (todo Estado-nación) tiene sus diferentes etnias: no hay nación política pura y homogénea, siempre hay diferentes culturas y etnias. Pero tal expresión es un oxímoron si se quiere decir «nación política de naciones políticas», pues, por su soberanía (que no puede ser compartida) sólo cabe un Estado dentro de una nación política, y la aparición dentro de ese Estado de nuevas naciones políticas significaría simplemente la fragmentación de dicho Estado.
Esto, que tampoco tiene la dificultad de la teoría general o especial de la relatividad (que no era de sir Isaac Newton), parece que no les cabe en la sesera a aquéllos que se llenan los hocicos todo el santo día con expresiones como «plurinacional», aunque sea en plena pandemia y teniendo por delante la crisis económica más preocupante que hayamos conocido. En todo caso, todo país es plurinacional porque tiene diversas naciones étnicas, y no diversas naciones políticas. Pero hay caletres impermeables a ciertos argumentos. Y ya pueden leer «La ética de la razón pura» que no hay nada que hacer para que por fin repose en sus entendederas, porque además su estupidez supina tiene la increíble capacidad de reproducirse. Lo peor es que ésta es más contagiosa que el coronavirus.
Pues bien, volviendo a nuestro tema, ese oxímoron de la «nueva normalidad» es lo que nos deparará en pocos meses. De momento parece que pasamos a la «normalidad vigilada». Que en otro momento analizaremos si es menester o da mucho la lata. Y la nueva normalidad se proyecta tras la pandemia, pero para cuándo llegará tan ansiado momento nadie sabe el día ni la hora. Por tanto comentemos someramente lo que hemos vivido en estos meses.
Durante la pandemia hemos asistido a una especie de «nueva subnormalidad» (expresión que ni es un pleonasmo ni un oxímoron, por cierto). Y ésta ha consistido en:
-Decir que no va haber ningún muerto en España y si acaso algún caso como mucho y que cuatro meses después haya 27.000 fallecidos por COVID-19 mal contados (probablemente la cifra real esté entre 40.000 y 44.000) y con cara no ya de cemento armado sino de acero inoxidable no dimitir del cargo pese haber tenido una trayectoria que ha ido de error en error hasta la tragedia final: en el podio de los muertos por habitantes.
-En reivindicar «alto y claro» la manifestación feministoide del 8 de marzo aunque ésta haya costado miles de contagiados y por consiguiente de muertos (no exclusivamente por sí misma, sino por ser una manifestación ideológica progubernamental que no se quiso suspender y por tanto arrastró a que se celebrasen otros eventos multitudinarios que obviamente fueron contagiosos y a posteriori letales).
-En expulsar de su cargo al Jefe de la Guardia Civil en la Comunidad de Madrid por el simple hecho de cumplir la ley y no llevar a cabo revelación de secretos.
-En decir que no hay muertos por coronavirus en España o que ha habido uno o dos y que por la suma de cada comunidad autónoma salgan 30, 40, 50 o 60 según los días.
-En arrodillarse y pedir perdón por ser blanco e ir contra el racismo echándole la culpa de todo a Donald Trump, cuando George Floyd fue asesinado por un policía del ayuntamiento de una ciudad gobernada por los demócratas en un Estado gobernado por el mismo partido (y, por parte de sus autoridades, con especial inquina al inquilino de la Casa Blanca).
-En llamar «fascistas» a los que se manifiestan en coche guardando la distancia de seguridad y elogiar a los que se manifiestan sin guardar tal distancia por el afroamericano asesinado por el policía que trabajaba para un ayuntamiento del Partido Demócrata.
-En querer imponer menos matemáticas y más ideología de género en institutos y universidades.
-En decir tras una pandemia con 40.000 muertos, un parón económico de dos meses y con 3.857.776 de españoles en el paro que «salimos más fuertes» y gastar 5 millones de euros del dinero de los contribuyentes para que semejante joya salga luciéndose en las portadas de los principales periódicos de tirada nacional (que no «plurinacional»).
Por su estulticia parece que podemos justificar llamar a esto «nueva subnormalidad». Ahora bien, cabría discutir si es algo nuevo o es viejo, y ya sabemos que nada sale de la nada porque las prolepsis se basan en las anamnesis. ¿Acaso no hemos ofrecido una retahíla de locuras objetivas semejantes a las cultivadas en los últimos años en España y también, no con menos fuerza, en parte del extranjero? ¿Acaso no son lindezas propias del pensamiento Alicia o próximas al mismo? ¿No es «la vieja mierda», expresión escatológica de Carlos Marx, volviendo con nueva forma o tal vez no tan nueva?
La «nueva normalidad» llegará cuando por fin se destruya al virus. Mientras tanto la que se nos viene encima presumiblemente después del verano no será nada normal (tampoco creemos que sea paranormal, sino bien real y material, y de mucho más temer que los terroríficos fantasmas ectoplásmicos). Aunque posiblemente, dado que el hambre y la necesidad son muy inteligentes, se acabarán las tonterías de la vieja o reciente subnormalidad.
Daniel López. Doctor en Filosofía.