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Lunes 1, junio 2009

BLANCA TORQUEMADA

-«I Premio de Oratoria Gabriel Cisneros». Alto listón, bajo esa denominación…

 ¡Además había un jurado supercompetente! Estaban Nicolás Redondo Terreros, Eduardo Zaplana y Otero Novas, entre otros.

-¿Cómo se planteó concurrir?

 A través de Santiago Abascal, presidente de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes) supe de la convocatoria y me apunté. Además, yo ya había participado en competiciones de debate en la Universidad de León.

-Esos concursos son interesantes porque se sortea la posición que hay que adoptar en el debate, de modo que se tienen que preparar una tesis y su contraria.

 ¡Y cuesta! Porque los temas que te ponen no son de estar a favor o no de que haya una piscina en un pueblo, sino cuestiones con contenido moral o ético, y se sufre si tienes que ir en contra de tus ideas. Pero eso ayuda después a la hora de defender tu postura, porque, como te has tenido que poner en la piel del contrario, sabes por dónde te puede salir.

-¿Ya de niña apuntaba maneras?

 Sí, he sido la delegada de todos mis cursos y he estado en todos los meollos, siempre. Y la política me apasiona desde pequeña. Mi familia es muy política; nadie se dedica a ello, pero todas las tertulias de después de comer y en la cena siempre son de política…

-¡Cielos! ¿Zozobra la paz doméstica?

 Todos somos de la misma ideología, pero hay discrepancias y profundas.

-Me cuentan que, pese a que milita en el PP, es crítica con los dos grandes partidos. Desahóguese…

 Yo creo que durante la Transición ha habido demasiados silencios, por aquello de «como estamos bien, vamos a callar». En España hay una grave crisis institucional y debería haber unas reformas profundas para reconstruir el Estado desde los cimientos. Los partidos deberían intentar cumplir su obligación fundamental de servir a los ciudadanos, algo que ahora mismo no están haciendo. Únicamente encaminan todos sus medios y fines a gobernar, dejando a un lado los valores y principios.

-¿Qué convenció más al jurado, lo que dijo o cómo lo dijo?

 Por lo que me han comentado después, sobre todo el contenido de los discursos.

-Se nota que están «currados».

 Para mí lo importante era decir lo que pienso.

-Con el mérito añadido de que esto de dirigirse a un público se cultiva muy poco.

 Yo estudio Derecho, y mi profesora de Filosofía siempre lo dice, que da vergüenza cómo hablan los abogados de hoy en día. Deberíamos tener una asignatura durante toda la carrera que fuese Oratoria…

-¿Qué político es su modelo de elocuencia?

 Pues… Voy a decir una cosa de la que puede que luego me arrepienta, pero me gusta cómo habla Gallardón.

-¡¡¡Arrepentirse!!! ¿Por qué?

 Porque no me gusta el contenido de su discurso. Sí desde el punto de vista de la forma, ahí atrae.

-¿Ha bebido en las fuentes de la oratoria clásica? Por ejemplo, en algún discurso de Castelar…

 No, nada de nada.

-Son muy floridos: «El funestísimo período en que una parte considerable de la Nación se vio entregada a los horrores de la demagogia…». Demasiado, quizá, para los paladares contemporáneos.

 ¡Es que son de otra época! Ahora el problema es que hemos sustituido el discurso por el mensaje, en plan electoralista, para que la gente se quede con tres ideas. El resto es palabrerío.