Texto para el Observatorio de la Nación del mes de junio de 2016
La repetición electoral de los comicios generales el 26 de Junio arroja resultados muy similares, en lo que a las alternativas de gobierno en la Nación Española se refiere, y que aún podría conducir a un bloqueo de duración indefinida
El 26 de Junio, se repitieron las elecciones generales en España, una vez constatado que los resultados electorales del 20 D impedían la composición de un nuevo Gobierno de España que pudiera ser investido, y tras los comicios la situación vuelve a ser similar en lo que a las posibilidades de gobernabilidad se refiere: de entre los cuatro partidos en liza, la «nueva política» de Podemos y Ciudadanos y los dos partidos clásicos del bipartidismo, PSOE y PP, nadie posee una mayoría suficiente para gobernar en solitario, y ni siquiera las hipotéticas sumas dos a dos (hipotéticas, porque a la postre lo que hemos vivido desde Diciembre no es más que un trasunto de la ya añeja estrategia «todos contra el PP», el único partido parlamentario que incluye expresamente en su programa la defensa de la Nación Española) anticipan otra cosa más que la continuidad del bloqueo parlamentario en este singular ejemplo de consenso sin acuerdo, buena muestra de cómo semejante sistema no constituye ninguna expresión de una hipotética «voluntad popular», sino simplemente una forma de lo que tradicionalmente se ha denominado como aristocracia u oligarquía en su versión degenerada.
Todo ello se volverá a plasmar en cuanto comiencen las rondas de contactos previas al período de vacaciones estivales. Sin duda el Partido Popular, y en especial Mariano Rajoy, a quien todos acusan de poner freno a la presunta y cansina «regeneración democrática» con la que periodistas y partidos políticos se llenan la boca, salen más que reforzados, ganando 14 escaños y sumando así 137 en total. Ciudadanos, que pierde 8 y se queda en 32, paga el precio de su errática estrategia postelectoral, por su posicionamiento con un PSOE que, tras iniciar el recuento como en el 20 D, cerca de la centena de diputados (95 le otorgaban los primeros porcentajes de conteo), volvía a sumar un nuevo récord negativo de 85 diputados, a anotar en el debe de Pedro Sánchez, cuya trayectoria política quedará para siempre caracterizada por su doble fracaso electoral, además de por ser el único aspirante a la investidura como Presidente del Gobierno, en nuestra democracia coronada, que fue rechazado.
Por su parte, el partido no nacional Podemos, ahora coaligado con la extinta Izquierda Unida bajo la forma de Unidos Podemos, simplemente se ha quedado donde estaba, sumando a los 69 escaños logrados en el 20 D los 2 que logró Izquierda Unida, con 71 diputados en total. Se confirma así que las «grandes coaliciones» que pretenden ser llevadas a la práctica electoral suelen arrojar magros resultados, producto del rechazo que suscitan acuerdos de este tipo entre diversas facciones de los partidos afectados. No obstante, que Podemos mantenga los porcentajes de voto logrados por sus distintas confluencias, o incluso los haya acrecentado en autonomías donde el separatismo detenta el poder, como en el País Vasco o Cataluña, ganando en ambas, nos ofrece una buena muestra de cómo existen varios millones de españoles capaces de votar semejante engendro, sin importarles el menoscabo y desprecio que los líderes podemitas muestran contra la Nación Española, apostando por la vía legal del referéndum separatista allí donde las sectas sediciosas detentan el poder.
No obstante, el 26 J será recordado como el día en que se borró «la sonrisa de un país», más concretamente la de los rostros de Iglesias Turrión, Errejón, Garzón o Espinar, quienes creyendo que iban a protagonizar el tan cacareado y pedante «sorpasso», en virtud de considerarse a sí mismos como el principal exponente de la «voluntad general» (o, como diría el periodista Pedro Piqueras, «La España que queremos»), y en sus comparecencias interpretaron el resultado como los europeístas fundamentalistas interpretaron el triunfo del Sí a abandonar la Unión Europea en el reciente referéndum británico, en el Brexit: como un grave error cometido por los electores al no seguir profundizando en el cambio político que, dicen ellos, resulta ya inevitable.
Pese a que el PP podría plantearse desde una mayoría más sólida una posibilidad real de investidura, una vez que la suma de PSOE y Podemos es menor que la del 20 D (ya ni que decir de la de PSOE y Ciudadanos), y por lo tanto parece inviable que Pedro Sánchez repita intento de optar a la investidura, la constante del bloqueo parlamentario vivida durante esta primera mitad del año 2016 seguirá siendo una realidad, donde cada cual podrá considerarse a sí mismo que encarna la voluntad popular, pese a que un sistema parlamentario permite la corrupción corrupción (legal, pero corrupción) de la democracia realmente existente, donde una mayoría insuficiente como la del Partido Popular, anima a las fuerzas perdedoras a perseguir acuerdos postelectorales y a espaldas por completo del electorado, con el objetivo de presentarse como una mayoría y por lo tanto caracterizarse como la «voluntad del pueblo soberano».
Corrupción a la que hay que sumar la del «derecho a decidir» que se incluye en el programa de ese conglomerado de sectas separatistas llamado Podemos. Arrogándose la representación de un pueblo catalán, vasco, gallego, etc., al que consideran como una verdad incontrovertible, frente a un Estado, España, al que consideran «plurinacional», los podemitas subrayan como «línea roja» la celebración de diversos referéndums en esas regiones donde las sectas separatistas detentan el poder, con el objetivo oportunista de quitarles votos, pero también de asumir esos delirantes postulados como propios, creyendo a pies juntillas que esos «pueblos subyugados» son en realidad una «voluntad popular», que quiere expresarse en un referéndum para decidir su destino. Ideario que, si no fuera por la amenaza que supone para España, provocaría verdaderas risas, en tanto que nada tiene que ver con la realidad de una Nación Española o nación política de lugar alguno, como proyecto que desborda a los ciudadanos que conforman esa «voluntad general» coyunturalmente.
Desde la Fundación Denaes valoramos los resultados electorales del 26 J desde la constante del bloqueo parlamentario, lo que confirma que la incertidumbre a la hora de formar gobierno sigue manteniéndose, máxime cuando entre los partidos mayoritarios sigue figurando en tercer lugar uno de carácter no nacional, Podemos, cuyos sufragios se mantienen intactos. En consecuencia, Podemos será de nuevo un juez implacable que determine si se podrá formar ese nuevo gobierno, previa aceptación de condiciones tales como un referéndum separatista con todas las garantías legales en Cataluña, buscando con su demagogia reconducir un proceso separatista hoy en vía muerta.
Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.