No es casualidad que en las manifestaciones de quienes defienden la familia se luzcan banderas españolas, y en las manifestaciones de quienes atacan la institución, no.


20060710105600.jpg10-07-2006-El Semanal Digital

Santiago Abascal

10 de julio de 2006. El Papa Benedicto XVI ha proclamado en Valencia –con suprema sencillez- una verdad trascendental; que la familia «es una institución intermedia entre el individuo y la sociedad, y nada la puede suplir totalmente». Efectivamente; la familia es el eslabón –no perdido- entre la persona y la sociedad-patria-nación.

Se entiende, por lo tanto, que aquellos que frivolizan sobre una –la patria- frivolicen sobre la otra, la familia. Y viceversa. Por otra parte, se ve lógico que aquellos que sólo ven obcecadamente una cadena de dos eslabones que empieza en el individuo inconexo y termina en la alianza de civilizaciones nunca terminada, se salten a la torera instituciones naturales como la familia y la patria.

Juan Pablo II ya se refería al «concepto de patria y su relación con la paternidad y la generación», lo cual explicaba «con hondura el valor moral del patriotismo» hasta tal punto que -para el anterior Pontífice- «si se pregunta por el lugar del patriotismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre»; «el patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento en que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno»

Esto explica muchas cosas en España, por ejemplo el hecho de que las manifestaciones contra la política educativa del gobierno y contra los «matrimonios homosexuales», apoyadas por miles y miles de católicos, estuvieran plagadas de símbolos nacionales –banderas de España-, mientras que en las «manis» y actos promovidos por la extrema izquierda, que relativiza el valor del familia –también en los de la ultraizquierda que está en el Gobierno de España- no aparezca ni una sola bandera de nuestra Patria. Y también explica el abucheo «familiar» –justo- recibido por Zapatero en Valencia con motivo de la rendición de la nación ante ETA.

Movidos por convicciones tan profundas, los españoles de hoy –creyentes o no- hemos de tener presente el mensaje valeroso y esperanzado, de lucha y de tesón, lanzado por Benedicto XVI al recordar la Carta a los Hebreos: «Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos». Que la Conferencia Episcopal Española también corra esta carrera y se atreva pronto a defender la unidad de la Nación Española como un bien moral.