Lo de más es esa tendencia irreprimible, como un tic psicológico, que lleva a este Gobierno a emprenderla contra cualesquiera rasgos de la identidad nacional.


Lo ha dicho la ministra Narbona; que desearía cambiar la fiesta de los toros –la “fiesta nacional”– para que el animal no muera en el ruedo. Si faltaba algo, ahora, también, los toros.

Lo de menos en toda esta polémica son las eventuales modificaciones que por ley –porque haría falta una ley– pudieran introducirse en la fiesta. Y lo de más es esa tendencia irreprimible, como un tic psicológico, que lleva a este Gobierno a emprenderla contra cualesquiera rasgos de la identidad nacional cada vez que tiene un apuro o, en algunos casos, cada vez que les dejan abrir la boca sin pensar.

La señora Narbona tiene un grave problema: su ministerio tenía que haber resuelto el desequilibrio de los recursos hídricos, que es una bofetada permanente a la solidaridad nacional. Pero por presiones localistas, especialmente del tripartito catalán, ni recuperó el viejo plan Borrell ni permitió que se aplicara el Plan Hidrológico de Aznar; amagó con soluciones “alternativas” que ni siquiera han entrado en vigor. Si esperaba que con esto de los toros nos olvidáramos de sus responsabilidades, no lo ha conseguido. Salvo que se haya propuesto matar a los toros… de sed.