Esta anomalía de la sobre-representación anti-democrática de los partidos nacionalistas amenaza la libertad soberana del pueblo español.


Mientras la banda “Euskadi y Libertad” (ETA) asesinaba en Francia al guardia civil Raúl Centeno y a su compañero Fernando Trapero, Íñigo Urkullu era elegido Presidente del “Consejo Nacional” (EBB) del PNV en sustitución de J.J. Imaz. Mientras Centeno y Trapero eran tiroteados en acto de servicio en favor de la defensa de la Nación española, Urkullu pasaba a presidir un partido que, aun con representación en la Cortes, no reconoce la misma soberanía española por la que han dado su vida Centeno y Trapero.

Preguntado en Deia -el mismo día 3 en que se conocía el último atentado etarra- acerca de sus posiciones como nuevo presidente del EBB, y siempre buscando el contraste con las de su antecesor Imaz (se supone “moderadas”), Urkullu afirmaba que los objetivos del PNV, en efecto, nunca han cambiado: «Abogo por que desde el objetivo del PNV, que es recuperar la soberanía nacional, conformemos un pueblo de hombres y mujeres libres que puedan decidir, un pueblo que se presente en el siglo XXI como una suma de voluntades y no como el resultado de una imposición. El PNV no va a ir de un lado a otro. Yo ni soy autonomista ni soy independentista; soy nacionalista y quiero que la nación a la que pertenezco decida por sí misma en igualdad. Todo lo demás cae por su propio peso”.

Desde la Fundación para la Defensa de la Nación Española no terminamos de comprender cómo es posible que un partido con tales objetivos, y favorecido por la ley electoral, siga permaneciendo sobre-representado en las Cortes sirviendo, muchas veces, de bisagra en la gobernabilidad de la Nación; un partido -en efecto- que, al igual que BNG, Nafarroa-Bai, CIU o ERC, defiende una postura completamente sobredimensionada desde un punto de vista democrático y cuyo objetivo es, precisamente, acabar con la soberanía que las mismas Cortes representan.

Y es que -y esto es lo más indignante- desde los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP (de IU es mejor no hablar, siendo el partido más perjudicado en este sentido), no es que se transija con esta situación sin más, sino que incluso se está en constante disposición, desde sus cúpulas dirigentes, de negociar la acción de gobierno en colaboración con estos partidos (como ahora hace el PSOE, y en su momento hizo el PP durante la Legislatura 1996-2000) siempre con la intención, ingenua, de evitar que se consuma el programa “de máximos” defendido por estos partidos. El PSOE, además, durante la Legislatura actual, está incluso en disposición de negociar -ya lo hizo, y sigue dispuesto a ello- con la propia banda terrorista etarra, responsable del asesinato de casi mil españoles (cosa que nunca ha hecho el PP), para que su brazo político -ahora en dos versiones, ANV y PCTV- permanezca en las instituciones y entre, con PNV, CIU, etc., en el “redil democrático” aunque sea a costa, de nuevo, de su sobre-representación (se supone, para así “hacer política” y dejar de asesinar).

Esta anomalía de la sobre-representación anti-democrática de los partidos nacionalistas, que amenaza la libertad soberana del pueblo español, nos recuerdan unas palabras del filósofo Baruch Espinosa en su “Tratado Político” (escrito entre 1676 y 1677) que, creemos, son muy representativas de la situación actual: “Si el Estado no se viera obligado a observar las leyes o reglas, sin las cuales un Estado no es ya un Estado, no sería necesario considerarle como una realidad natural, sino como una quimera. El Estado comete, pues, falta cuando cumple o tolera actos susceptibles de arrastrarle a su propia ruina […]. Para que un Estado permanezca libre debe continuar haciéndose temer y respetar, si no deja de ser un Estado […] pues no les es posible a los gobernantes ser y no ser al mismo tiempo”.

¿No es esto un aval para quienes piensan que España es ya una quimera como sociedad política nacional y democrática? ¿No es esta excesiva influencia de los partidos nacionalistas en los parlamentos -nacional y autonómicos- una consecuencia directa de la acción asesina de ETA? ¿No está el Estado favoreciendo con esta ley electoral a aquellos partidos que le arrastran a su propia ruina?

Lo que, en efecto, ya no admite duda es que el “Consejo Nacional” del PNV, que ahora pasa a presidir Urkullu, sigue recogiendo las nueces del árbol que agita el terrorismo etarra.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA