Una vez más, el verdadero problema no es que el enemigo ataque, sino que el defensor permanezca inmóvil. Lo que estamos viviendo no es una derrota; es una deserción.
Ya sobrepasa los 20.000 la cifra de padres gallegos que han protestado por la última cacicada nacionalista: esa iniciativa del BNG de “educar” a los niños de preescolar en la militancia separatista, canto de himno incluido.
La historia es la de siempre, la misma que hemos vivido ya en el País Vasco y en Cataluña, y que, al parecer, también va a empezar en Baleares: una minoría separatista, ultranacionalista, que ha hecho del odio a España su bandera, se encarama al poder con la aquiescencia o el apoyo de los partidos españoles –generalmente, el partido socialista- y exige competencias en Educación para sembrar su semilla de discordia. Tan fuerte es la sed de poder, que los partidos españoles –una vez más, el partido socialista- transigen y, de manera irresponsable, entregan a los separatistas lo que éstos piden. En el caso de Galicia, la ofensiva separatista sobre la Educación ya había comenzado antes, cuando gobernaba el PP; la nueva situación no ha hecho sino darle alas.
El español es la lengua común de todos los españoles. Nadie tiene derecho a excluirla; quien lo hace, vulnera la Constitución. Pero si nadie defiende la Constitución, si nadie defiende a España, ¿qué valor tiene la ley? Una vez más, el verdadero problema no es que el enemigo ataque, sino que el defensor permanezca inmóvil. Lo que estamos viviendo no es una derrota; es una deserción.