Consecuencia de la obstaculización, a veces hasta penalización, del uso del español en determinadas partes de España es la erradicación oficial de los nombres propios en español.


Consecuencia de la obstaculización, a veces hasta penalización, del uso del español en determinadas partes de España es la erradicación oficial de los nombres propios en español.

Así en los medios de comunicación públicos (por supuesto en las televisiones autonómicas y locales, pero también en TVE), en la instrucción pública, en el ordenamiento jurídico, en la señalización del tráfico, etc., se ha sustituido el uso de la toponimia y la onomástica en español por sus nombres en las lenguas vernáculas (muchos completamente inventados, sin base en un uso previo real) produciendo todo un proceso “revolucionario”, el llevado a cabo por el secesionismo vasco en los últimos años (y que tiene su paralelo en Cataluña y en Galicia), que confina los nombres en español al limbo de las palabras artificiales, inauténticas, “impuestas” (se supone tan impuestas como el propio “Estado español” que oprime al casto y puro “pueblo vasco”), siendo su uso completamente abandonado desde instancias oficiales y administrativas.
Por su parte, los nombres bíblicos y del santoral, de uso común en la onomástica de los españoles, son también abandonados en favor de nombres propios extraídos de las mitologías paganas locales (en el mejor de los casos), cuando no de la literatura fantástica del s. XIX y XX.

Una erradicación de los nombres propios en español que llega al punto de, incluso hablando o escribiendo en español, introducir el nombre propio según su uso, fonético y gráfico, en la lengua vernácula de la región correspondiente. Así por ejemplo en el “ente público” por excelencia, TVE, los locutores y corresponsales han eliminado completamente en sus discursos la toponimia en español de las localidades catalanas, empezando por las capitales de provincia, utilizando exclusivamente sus nombres en catalán. De modo que en vez de Gerona, se dice “Girona”, pronunciada además con fonética en catalán [yirona] (y a veces hasta con acento catalán, cuando el locutor en ningún otro momento da muestras de hablar con tal acento).

Lo que tácitamente (a veces expresamente) se quiere dar a entender con tal sustitución, y con la consiguiente erradicación del nombre en español, es que el nombre auténtico, “propio”, de esa localidad es su nombre en la lengua vernácula, siendo así que su nombre en español es sobrevenido, adventicio, “impuesto” desde “fuera” (Castilla, Madrid) por razones políticas superestructurales (centralización, uniformismo, homogenización) que no responden al uso “popular” del término. Por “respeto”, se dice, a los hablantes de la lengua “propia” es preciso mantener su nombre según su expresión vernácula (que a veces, insistimos, no existe pero se inventa), toda vez que la otra expresada en español fue artificiosamente impuesta. Una consideración de artificiosidad para los nombres propios en español, insistimos, que es la misma con la que, desde tales instancias, se define y caracteriza a España.

Pues bien, en esta línea “revolucionaria”, el rodillo secesionista en el País Vasco está siendo pasado sobre figuras tradicionales como los Reyes Magos o Santa Claus (Papá Noel) que, se supone igualmente impuestas desde “Madrid”, van siendo sustituidas por la figura del Olentzero, figura local de algunos municipios vascos ahora oficialmente generalizado para “Euskal Herria”.

El botón lo tenemos este año, 2007, en la decisión tomada desde la ETB de no emitir la cabalgata de Reyes del día 5, dándole sin embargo mucho bombo el día 24 a la “bajada del monte” del Olentzero, en que este barrigudo y borrachín carbonero, transformado para la ocasión, visita la ciudad para recoger las cartas que los niños, por supuesto solo los vascos, le dirigen.

Y es que no importa tanto que este personaje, de origen discutido, tuviese otras funciones, y menos benevolentes, en la tradición local (se dice que bajaba del monte para degollar a los niños, a modo de coco o hombre del saco); lo importante es que sirve para envolver y desplazar (mezcladas con ellas) a las figuras comunes en este sentido, estableciéndose como “Papa Noel vasco” propio y exclusivo con el que se busca, como con la onomástica y la toponimia, la erradicación de los elementos comunes con el resto de España.

Así, mientras que Papa Noel se supone que la noche del 24 ha colmado de regalos a “todos los niños del mundo”, no lo ha hecho, sin embargo, entre los niños de “Euskal Herria”, de cuya distribución ahí se encarga el Olentzero.

Ignoramos cuándo tuvo lugar el traspaso de competencias; la cuestión es que la “magia” de Santa Claus da para que en una noche visite los hogares de todos los niños del mundo, pero no puede, sin embargo, con el régimen nazional-estatutario (y es que, claro, al fin y al cabo, según la tradición holandesa, San Nicolás procede de España).

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA