Ni Vox es fascista ni Podemos es comunista, y ni falta que les hace. Y sin embargo, podemos decir que es vox populis que ambos son tratados acríticamente como tales. Y además como dogma de fe y como verdad absoluta e incuestionable. Veamos que se trata de una patraña supina, y además estúpida.
Llama la atención que no sólo los medios de comunicación o los ciudadanos de a pie más iletrados afines a ambos partidos acepten sin más que su adversario es fascista o es comunista, sino que también los propios militantes de ambos partidos aceptan esa tesis, con más o menos intensidad. Sus líderes, Abascal y Turrión, así lo han manifestado públicamente.
Refiriéndose a un acto que celebró hace unos días Vox en Murcia ha dejado dicho Abascal: «Allí enviaron a unas cuantas hordas comunistas para insultar durante cuatro horas a miles de personas que acudían al acto». Y otro momento ha dicho que en Podemos «hay mucho nostálgico de la hoz y el martillo». A su vez, se ha referido a la formación morada como «comunismo chavista». Pero el chavismo tampoco es comunismo, más bien es algo muy diferente (pero eso es otra historia).
En su comparecencia tras saberse los resultados de las elecciones andaluzas del pasado 2 de diciembre de 2018 decía el primer podemita del reino: «¡En nombre de Unidos Podemos: alerta antifascista!». Como si dijese: «Un fantasma se cierne sobre España: el fantasma del fascismo. ¡Antifascistas de todas las naciones oprimidas por el malvado Estado Español, uníos!». Pero, efectivamente, el fascismo es un fantasma. Es algo así como el hombre del saco o el coco con el que se amenaza a los niños para que se vayan a la cama. Los podemitas son como el niño de El sexto sentido: «En ocasiones veo fascistas».
Continúa Turrión con su «antifascismo militante»: «Toca movilizarse para defender las libertades, para defender la justicia social, para defender la fraternidad y, en última instancia, la democracia». Como si dijese: «Yo soy la Libertad, la Justicia Social, la Fraternidad y la Democracia». «Yo soy el camino, la verdad y la vida». «La gente soy yo». Eso sí, con muy mal perder. Y añadía: «Teresa Rodríguez era la mejor líder que podía tener Podemos y esta compaña ha demostrado que Podemos necesita a Teresa Rodríguez al frente». Pura hipocresía, ya que en las primarias de Podemos Andalucía Turrión tomó partido por la adversaria de Rodríguez, una tal Isabel Franco (que también fue apoyada por el sindicalista andalucista y filoseparatista catalán Diego Cañamero). Y concluía: «En nombre de Unidos Podemos, frente a la extrema derecha: libertad, igualdad y fraternidad». Esto es de extrema imbecilidad. Eso sí, su cara era un poema.
Para Turrión la formación verde es «la corriente fascista del PP sin complejos», «una extrema derecha, postfranquista sin complejos, neoliberal y machista”. Fascismo, franquismo (o postfranquismo), neoliberalismo, extrema derecha, machismo: todo en uno. Un embrollo pero al menos sin maricomplijenismos peperos. Turrión es un individuo que vive en la confusión y en la oscuridad y quiere arrastrar junto a él y su confusión y oscuridad a los demás. Un individuo que no se para a analizar, a pensar más allá de simplismos demagógicos; y así su discurso va de topicazo en topicazo: todo muy previsible. Un individuo que está a mil millas de hacer una taxonomía y clasificar los diferentes partidos sin sacarlos de quicio. Un desquiciado que se presenta como el portador de la bandera del «antifascimo». Un cretino con todas las letras, eso es lo que es.
Sentencia Turrión: «Espero que las fuerzas que logramos mayoría para la moción tengamos altura suficiente para saber lo que nos estamos jugando en España. No nos estamos jugando unos Presupuestos o una legislatura sino el futuro, las libertades y que los avances no vayan atrás». Esas fuerzas son las del PSOE (el partido más corrupto de la democracia del 78, como mínimo) y los separatistas que quieren destruir España. Es decir, Turrión defiende esos «avances» que tratan de destruir nuestra nación.
Turrión -como hizo también Doña Susana Díaz (esperemos que futura ex presidenta de la Junta de Andalucía)- recurre a la falacia del hombre de paja. Vox es visto como el mal absoluto y el horror más espantoso, y no caben más argumentos. No se menciona nada positivo, se exagera lo negativo y el resto se lo saca de la manga. Es el maniqueísmo de las dos Españas que «han de helarte el corazón» que se remonta a tiempos de Zoroastro.
Pero la realidad es siempre más compleja y tales simplezas no se las cree ni el marqués de Galapagar ni la Doña Susana de los San Telmo. O tal vez sí se lo creen, sobre todo el primero.
Es muy frecuente en el personal podemita tachar inmediatamente de «fascista» a todo aquél que ose rebatir sus clichés ideológicos (por lo demás, perfectamente triturables). Todo antipodemita es un fascista y todo podemita es un antifascista. El mundo se divide en fascistas y antifascistas. El que no está conmigo está contra mí y por tanto es un fascista. Lo más asombroso, por no decir lo más estúpido y ridículo, es que el podemita defiende esa posición como si fuese una verdad incontestable, y el simple hecho de ponerlo en duda es sinónimo de fascismo. Como aquí ni siquiera lo ponemos en duda, sino que lo negamos tajantemente, los podemitas nos tacharán de ultrafascistas. No dan para más.
Vox no sólo es considerado como la «extrema derecha», sino la «extrema extrema derecha», como dijo una célebre ministra. Es decir, que la derecha a secas les parece poco, pero la extrema derecha tampoco es suficiente. Y lo de centro derecho les sonará a risa.
Podemos no es comunista. Podemos es el mamporrero de los separatistas (de toda España). Tanto en la teoría como en la praxis. De hecho Adelante Andalucía es una formación explícitamente andalucista, que ha recogido los escombros del Partido Andalucista. Si bien con aroma federalizante. Aunque con esto obviamente no saben lo que dicen; y en los finis operis, por mucha buena voluntad que se quiera en los finis operantis, les hacen el juego a los separatistas.
El comunismo era centralista y no federalista (posición más acorde con el bakunismo que tanto combatió Marx). En esto, paradójicamente, Vox está mucho más próximo al comunismo que Podemos (que prácticamente vendría a ser un anticomunismo). De hecho, el Régimen del 78 fue diseñado contra el comunismo (todavía existía la URSS). Y Podemos es Establisment, es la quintaesencia del Régimen del 78. Y Vox, si quiere abolir las autonomías o más bien los parlamentos autonómicos, los cuales son la quintaesencia del régimen, vendría a ser un partido antisistema (contra el sistema del régimen de las autonomías y de las «nacionalidades» que, ciertamente, está dinamitando la soberanía nacional en beneficio de las oligarquías regionales). Otra cosa es la efectividad y el alcance que pueda tener la voluntad de acabar con los parlamentos autonómicos y la manera de llevar a cabo tal gestión (¡ahí los quería yo ver!). Y Podemos, al querer ampliar aún más el régimen de las autonomías (hasta llegar a la separación de algunas autonomías) es un partido del sistema, si bien éste se destruiría al alcanzar su culminación o realización (es decir, moriría del éxito que sería el fracaso y la ruina para todos los españoles). Podemos (lo sepan sus líderes, militantes y simpatizantes o no) es una formación que está al servicio de las oligarquías regionales, y es por ello el partido más reaccionario funcionando sobre la piel del toro. Podemos es a la política lo que el reguetón a la música. Es cierto que el resto de formaciones políticas no se quedan muy rezagadas.
No obstante, los líderes de Vox no se han pronunciado contra el Régimen del 78 y su constitución y han defendido a la monarquía (se trata de la vía reformista). De hecho se declaran «constitucionalistas» y conformes con la «legalidad vigente». «Cabalgando contradicciones», que diría el otro.
Podemos, en cambio, ha propuesto una república federal o confederal (que no es lo mismo, pero la confusión de conceptos en estos señores es permanente). La república al menos es la negación de la monarquía, pero lo de federal o confederal no hay por donde cogerlo aplicándolo a España; aunque lo que se quiere dar a entender es traer una república o una serie de repúblicas con el fin de destruir España. Ese es el objetivo, no nos engañemos.
Turrión se presenta a sí mismo, y a sus «compañeros» (que no «camaradas», porque no es comunista), como un «antifascita militante». Llama a la movilización en las calles. Se ve que le va la «marcha». Así pues, al no aceptar el resultado de las elecciones (un mal resultado para Adelante Andalucía y un buen e inesperado resultado para Vox) cientos de simpatizantes de la formación morada (la manada de cachorros podemitas o podemizados) se tomaron a pecho las palabras del coletudo líder «antifascista» y el día después del fracaso violeta y del éxito verde, el 3 de diciembre de 2018, tomaron las calles de Sevilla al grito de: «Sin piernas, sin brazos, los fachas a pedazos». «¡Vox, escucha, Sevilla está en la lucha!». Y también marcharon sobre las calles de Granada: «¡Vox, escucha, Granada está en la lucha!». «¡Franco no está muerto, está en el Parlamento!». Uno de los «antifa» de la «manifa» de Granada portaba una estelada (algo muy significativo). Al día siguiente también hubo marchas en Cádiz, con quema de contenedores, agresiones a periodistas y cargas policiales. Los líderes de Adelante Andalucía han declarado que estos actos de vandalismo son «caso aislado». Entre otras perlas los antifas fanatizados gritaban: «¡Nazi que canta, cuchillo en la garganta!».
Son simplemente jóvenes víctimas de la LOGSE o de la LOMCE, del Régimen del 78, del fundamentalismo democrático más ingenuo, de la dictadura de lo políticamente correcto y del oficialismo, de la ideología de género, del antifranquismo retrospectivo negrolegendario y la memoria histórica, del zapaterismo y el pensamiento Alicia y, en definitiva, del podemismo o izquierdismo fundamentalista más recalcitrante, fanático y simplón; el cual rebosa estupidez, cursilería, infantilismo, idiocia y es carente de toda mancha de inteligencia. Niñatos malcriados pero bien alimentados que juegan a ser antifascistas («estudiantes antifascistas», los llamó Turrión); algo que ven como lo más cool y el no va más de la política. Es decir, víctimas de toda la cochambre y podredumbre ideológica que se ha ido fraguando en España especialmente en estos últimos años. Todo ello desde las atalayas del moralismo filisteo más previsible y cansino, en donde con suma ignorancia creen que el mundo no existía antes de que ellos naciesen (complejo de Adán), y con la arrogancia juvenil de querer salvar al mundo del mal absoluto: el fascismo que viene como el ladrón en la noche o como el coco que se come a los niños crudos.
Vox no es fascista porque no tiene camisas negras luchando en las calles (otros sí pueden decir que «luchan» en las calles). Se declara liberal en lo económico, cuando el fascismo era tan antiliberal como antisocialista (o más bien antiinternacionalista, pues se trataba de un socialismo nacional, aunque no hay que confundirlo con el socialismo dado en los países del «socialismo real» ni con aquello del «socialismo en un solo país»). El fascismo era anticlerical (el nazismo todavía más, y si hay algún político que puede ser denominado el Anticristo ese era Adolf Hitler). La mayoría de los líderes de Vox se declaran católicos y desde luego no hay nada en ellos de anticlericalismo (aunque está por ver cual sería el trato de la formación verde con el clero separatista, muy activo en el «procés»). Asimismo, me consta que mucha gente que ha votado a Vox es atea y materialista, aunque no anticlerical (si no se trata del clero separatista, por supuesto).
En un principio el fascismo era un movimiento republicano, pero al realizar la «Marcha sobre Roma» tuvo que ser aceptado por la Casa de Saboya. Pero en el 25 de julio de 1943 Víctor Manuel III cesó a Mussolini y lo envió a la cárcel, siendo rescatado por Otto Skorzeny y puesto por Hitler como presidente de la República Social Italiana, la República de Salò, que sólo era un Estado títere del Tercer Reich. Vox se ha definido como un partido monárquico o defiende la monarquía como garantía para la perseverancia de la unidad de España (o al menos nunca ha puesto en duda su continuidad).
Asimismo, Vox no es un partido racista ni xenófobo, por mucho que lo jaleen sus rivales, y lo han jaleado hasta la náusea y de un modo muy burdo y cínico en exceso. Tampoco el fascismo italiano lo era como lo era el nacionalsocialismo alemán. Vox se ha declarado contra la inmigración ilegal, como lo hace cualquier político con un mínimo de prudencia. ¿Pueden darnos los señores y las señoras de Podemos un solo ejemplo de cualquier estadista que haya defendido la inmigración ilegal e incontrolada?
Por último, y no menos importante, si el fascismo sale de una escisión del Partido Socialista Italiano (adscrito a la Segunda Internacional, que con el estallido de la Gran Guerra quedaría en «bancarrota»), Vox es una escisión del Partido Popular; un partido que, al menos hasta 2008, se declaraba liberal-conservador, algo que está a mil millas del fascismo realmente existente o, mejor dicho, ya inexistente al ser derrotado y destruido de modo fulminante en la Segunda Guerra Mundial.
Daniel López. Doctor en Filosofía.