Es evidente que hoy ningún vascongado ni ningún catalán, se haría pasar por andaluz. Y para muestra de este fenómeno no hay más que irse a esos biotopos de enmoquetado suelo, los hemiciclos regionales o autonómicos, y observar el comportamiento de sus moradores

Antes de que el pontevedrés Julio Camba, a la manera de Pío Baroja o Miguel de Unamuno en el País Vasco, sea “vaporizado” por el correspondiente departamento cultural gallego dedicado a erradicar todo nexo con la opresora España, nos parece pertinente recordar sus ya lejanas palabras:
«Españoles muy serios y muy pontevedreses, muy guipuzcoanos o muy de Villanueva y la Geltrú, yo los he visto hacer de andaluces en los grandes bulevares con una convicción estupefaciente».
Casi un siglo después –el artículo, fechado en 1917, forma parte del libro Maneras de ser español (Luca de Tena Ediciones, Madrid, 2008)– la realidad es muy otra. En nuestros días, el pintoresquismo andaluz ha encontrado réplicas tan esperpénticas y no menos provincianas. Es evidente que hoy ningún vascongado ni ningún catalán, se haría pasar por andaluz. Y para muestra de este fenómeno no hay más que irse a esos biotopos de enmoquetado suelo, los hemiciclos regionales o autonómicos, y observar el comportamiento de sus moradores. Sirvan de muestra dos ejemplos:
En la Comunidad Autónoma Vasca, Francisco López, líder de los socialistas, se ufana de hablar – suponemos que en español – con los etarras, hasta el punto de decir, con mucho engalle, que “lo volvería a hacer”. El así llamado Pachi, anhelante de emocionarse ante un aurrescu en calidad de presidente autonómico vasco, da una vez más muestras del nivel de muchos de nuestros políticos, capaces de mercadear con la soberanía nacional o de sumergirse en el turbio pozo de las señas de identidad a cambio de un mullido butacón.
Por lo que respecta a Cataluña, hoy hemos conocido el nuevo embate que han recibido los comerciantes que cometen el pecado mortal de no rotular en catalán sus establecimientos. A la cabeza de tan liberticida medida, se sitúa el cordobés José Montilla que, tras abjurar de su propio idioma materno, se esfuerza a diario por ser un buen noi, catalán por supuesto, versado en los misterios de las consonantes palatales.
Frente a estos dos sujetos, se alza la figura de un español ejemplar: Germán Jiménez, quien ha asegurado que está dispuesto a ir a los tribunales o incluso a abandonar Cataluña antes de plegarse a los dictados de Montilla. Desde DENAES, como no podía ser de otro modo, le brindamos a don Germán todo nuestro apoyo moral, además de la colaboración jurídica necesaria, para ayudarle a resistir ante tan infame atropello.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA