Esto demuestra que el discurso del separatismo ha terminado contaminando absolutamente toda la vida pública en España.


El líder del Partido Popular en Galicia, Alberto Núñez Feijóo, ha declarado al diario La Razón algo sorprendente: “La identidad galleguista forma parte de nuestros genes”. Para ser honrados a carta cabal, hay que decir que la desafortunada declaración de Núñez Feijóo se inscribe en un contexto bastante razonable, a saber, la idea de que no hace falta ser nacionalista para ser muy, pero que muy gallego; cosa que, evidentemente, es verdad. E incluso, podríamos añadir, la única forma sensata de ser gallego es ser muy español y nada separatista, porque ser gallego contra España es un perfecto absurdo histórico.

El problema, a nuestro modo de ver, no está en lo que Núñez Feijóo dice y siente, sino en esa tendencia permanente de tantos políticos a querer parecer más particularista que nadie, más de su pueblo que nadie. Porque esto, al cabo, demuestra que el discurso del separatismo ha terminado contaminando absolutamente toda la vida pública en España, y ahora uno blasona de particularismo con la misma intensidad con que hace diez años se blasonaba de ser demócrata de toda la vida. Así se ha ido dotando al separatismo de una legitimidad indecente. Los políticos sensatos no deberían caer en esa trampa.