Aunque parezca imposible y en una vuelta de tuerca más, estas misivas consistoriales sobrepasan ya el ámbito estrictamente lingüístico violando, directamente, el sagrado y constitucional derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones

Esto, al menos, parece haber descubierto -cual nuevo Darwin- el señor Ibarreche, no contento siquiera con la progresiva eliminación del modelo A (en castellano) que promueve el Gobierno vasco en la enseñanza. Y es que acabamos de saber que algunos consistorios gobernados por los nacionalistas han enviado cartas a los padres de sus respectivos municipios para recomendarles la inmersión al eusquera. Quizás el más perspicuo de todos haya sido el alcalde peneuvista de Santurce, Ricardo Ituarte Azpiazu, quien pide a los progenitores que, “si vais a necesitar ayuda para cuidar al niño o niña, procurad que la persona que lo haga hable en euskera”. Además de esta «propuesta», que aparece bajo el título “Canguro o guardería con opción en euskera”, se añaden otras como instar a los padres a que “soliciten que el trato sea en euskera” en la escuela infantil de sus hijos o asimilar que «la mejor manera de aprender euskera y castellano es matriculando a nuestros hijos e hijas en modelos euskaldunes».
De todos es sabida la preferencia de los nacionalismos rampantes en esta piel de toro por las mentes y los espíritus más tiernos, más vulnerables y por tanto moldeables a la cómoda sombra del engaño y la manipulación ideológica. No hay más que ver la reciente aprobación del catalán como única lengua vehicular en los colegios baleares -así sucede ya en Cataluña desde hace tiempo- o la depuración, auténticamente estalinista, de 500 maestros vascos de Infantil y Primaria (más 145 profesores de Secundaria) que se han quedado fuera de la última convocatoria por no aprobar el perfil de eusquera. De este modo los patios de las ikastolas sufren hoy un contraste terrible, dramático, entre los espontáneos e inocentes gritos infantiles y una especie de sordina experimental más propia de un laboratorio lingüístico -e ideológico, añadimos- que de un espacio abierto a la educación en libertad y valores.
Pero es que aunque parezca imposible, y en una vuelta de tuerca más, estas misivas consistoriales a las que nos hemos referido sobrepasan ya el ámbito estrictamente lingüístico violando, directamente, el sagrado y constitucional derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones. Y lo que aquí tenemos es una imperdonable dejación por parte de los poderes públicos, que por viles motivos -políticos, económicos o de pura y simple felonía- han renunciado a esta defensa. Porque, no nos engañemos: lo que aquí se juega, nos jugamos todos, no es otra cosa que la Libertad; con mayúscula y encarnada ésta, mal que les pese a algunos, en el ser y la historia de España por lo menos desde Séneca.
Uno de los principales adalides de esta identificación soberana, Unamuno, denunciaba ya semejante iniquidad ante los primeros diputados de la Segunda República, en memorable discurso (Diario de Sesiones, 18 de septiembre de 1931):
“Se habla de anillo que en las escuelas iba pasando de un niño a otro hasta ir a parar a manos de uno que hablaba castellano, a quien se le castigaba; pero ¿es que acaso no puede llegar otro anillo? ¿Es que no he oído decir yo: «No enviéis a los niños a la escuela, que allí aprenden el castellano, y el castellano es el vehículo del liberalismo?” Eso lo he oído yo, como he oído decir: «¡Gora Euzkadi ascatuta!» («Euzkadi» es una palabra bárbara; cuando yo era joven no existía; además conocí al que la inventó). Acaso si un día viene otro anillo habrá de gritar más bien: «¡Gora Ezpaña ascatuta!» (¡Viva España libre!) Y sabéis que España en vascuence significa labio; que viva el labio libre, pero que no nos impongan anillos de ninguna clase».
Frente a la manipulación y la mentira en los colegios, institutos y universidades; frente a la imperdonable perversión ideológica del sacrosanto mundo infantil; frente a la traición de un gobierno como mínimo irresponsable, no está de más retomar esas palabras de nuestro gran Inquietador hispano. Si España molesta, ello es -tal como afirma don Miguel- porque España significa efectivamente labio, palabra, Libertad. Desde la Fundación DENAES no nos cansaremos jamás de recordarlo.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA