Esta Democracia encarnada, sustancializada, ya no designa una forma de gobierno sino un dogma absoluto.
La sentencia de la Audiencia Nacional sobre el sumario del año 1998 instruido contra buena parte de la trama separatista y terrorista -entre ellas KAS, EKIN, XAKI, o el diario Egin- ha señalado a estas organizaciones como “el corazón y las entrañas” de la ETA. Por tanto, no meros satélites ocasionalmente gravitando alrededor suyo, sino partes vitales de un parásito que amenaza con destruir el cuerpo de España; aunque, machaconamente, algunos se empeñen en decir que el parásito sólo ataca “a la Democracia”.
Hemos de celebrar esta sentencia como un paso adelante en la dirección adecuada, pero no podemos dejarnos engañar por el alcance de la metáfora, ni de la sentencia. Si los órganos vitales lo son porque mantienen vivo al cuerpo, ¿quiere decir que esta sentencia es “sentencia de muerte”? ¿Basta con la sentencia para que la bestia deje de respirar? ¿Y qué clase de “órganos” constituyen el PCTV y ANV, colados en las instituciones por decisión del gobierno de Rodríguez?
Además, nos tememos que aunque la ETA desaparezca no se llevará consigo sus fines, ni se crearán anticuerpos para futuras infecciones, porque no desaparecerá el sustrato del que se alimenta. Puede que ocurra de modo inverso: que la salida de escena del terrorismo separatista se produzca cuando los fines que persigue estén más cerca que nunca, cuando sea un estorbo para los planes de secesión de los aliados de Zapatero. Esos que tras el último atentado se han parapetado detrás de la pancarta de la “unidad de los demócratas” saben muy bien a qué “juegan” y cuentan con el camuflaje que el fundamentalismo democrático les proporciona. La invocación a una democracia formal, por parte de estos partidos secesionistas, su aceptación de “las reglas del juego” (como si fuera un juego que España deje de existir como una Nación), constituyen la trama sutil y vaporosa en la que se amparan. La Democracia como idea aureolada de nuestro presente -que promete realizarse plenamente en el futuro, interpretando los inconvenientes ordinarios como “déficits” suyos, como escollos que habrá que ir sorteando con la voluntad decidida de “avanzar en la Democracia”- funciona cual velo dogmático, o mito oscurantista, que no deja ver la realidad.
Esta Democracia encarnada, sustancializada, ya no designa una forma de gobierno sino un dogma absoluto en cuyos altares se ha de sacrificar a la misma Nación si fuera menester.
Por eso, de modo, sistemático, los señores “representantes legítimos del pueblo español” raramente hablan de la defensa de la Nación cuando ésta es atacada. Por eso desaparece España de los libros de Historia y de la educación del ciudadano. Por eso se consiente que se incumpla la ley de banderas, se introduce en las Instituciones del Estado a quienes quieren destruirla; o se cambian las calles con nombres del antiguo régimen, al tiempo que se autoriza que el de los asesinos separatistas identifique a muchas plazas y calles del País Vasco: son cosas que “exige” la Democracia.
Sin embargo, hay que definir quién es el sujeto de esa Democracia aureolada por la promesa de la Paz Perpetua en su Eterna Perfección.
Y si los partidos nacionales coinciden con los separatistas en elegir la democracia como forma de gobierno, sin embargo, en la delimitación del espacio gobernado -la soberanía- no pueden, no deben, coincidir. Porque la democracia a la que aspiran los etarras y los aliados de Zapatero tiene como sujeto unas nuevas naciones soberanas, fracciones de la Nación Española.
Y mientras los partidos nacionales no lleguen juntos al compromiso de defender la Nación, de poca cosa servirá que los tribunales encarcelen a los etarras. Porque la justicia y la dignidad, que ayer mismo reclamaba la AVT por boca de Alcaraz, sólo serán reales cuando nuestra nación haya conseguido acotar y neutralizar los miasmas ideológicos del separatismo que ahora, con el beneplácito de nuestro muy demócrata presidente Rodríguez, invaden cada rincón de nuestras instituciones y de nuestra geografía.
La analogía de los órganos vitales que realiza la juez de la Audiencia es inadecuada; porque la ETA no es el parásito, sino su síntoma más escandaloso.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA