El embrollo de Willy, no es, insistimos, sino un síntoma del estado de una nación, España, que se halla afectada de unos males que rebasan ampliamente su actual postración económica. Se impone, por tanto, un cambio profundo y sustancial, no una simple alternancia en el poder.

A punto de cumplirse un mes del secuestro del atunero español Alakrana a manos de piratas somalíes, uno de los delincuentes capturados, Abdu Willy, será sometido a nuevas pruebas médicas que esclarezcan su verdadera edad, cuestión esencial para la aplicación de las leyes a su criminal comportamiento.
El sainete, al cual se sumó la madre del pirata para declarar que su hijo –¡faltaría más!–, es un muchacho de apenas 16 años, no hace sino consolidar la esperpéntica imagen que muchos españoles tienen de los miembros que componen la capa conjuntiva de la sociedad política española, aquella que detenta los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
En efecto, el caso del ora adulto ora adolescente Willy, constituye un síntoma de hasta qué punto la corrupción de la llamada clase política, flanqueada por los a menudo jueces y policías afines, no es un asunto únicamente ligado al robo de bienes materiales. La corrupción, al menos así la entiende DENAES, de nuestros representantes, es esencial, por resultar inherente al sistema, en el que encuentran cabida elementos que difícilmente podrían ganarse el pan dentro de otras áreas laborales.
Porque, la perversión, cuando no la adecuación de las leyes al poder de turno, es ya un hecho cotidiano en la España actual. Ejemplos relacionados con el asunto de la edad, de la mayoría de edad, pueden servir para ilustrar esta tesis. Veamos.
La consulta independentista de Arenys de Munt, que ahora se reproducirá en numerosos municipios catalanes, rebajó oportunamente la edad en que se permite votar hasta los 16 años, hecho que, de trasladarse a Willy, acabaría con el bochornoso episodio que protagoniza y, probablemente, le llevaría a dar con sus huesos en la cárcel.
Otro ejemplo muestra la arbitrariedad con que se trata la edad, en función de los intereses del gobernante de turno. El proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, vulgo Ley del Aborto, pretende que las jovencitas de 16 años, futuras progenitoras A o B, incapacitadas para votar en unas elecciones, podrán, si las tesis descaradamente electoralistas de Zapatero salen adelante agarradas a su propaganda aliciesca, abortar, amparadas incluso en la ignorancia de sus padres.
El embrollo de Willy, no es, insistimos, sino un síntoma del estado de una nación, España, que se halla afectada de unos males que rebasan ampliamente su actual postración económica. Se impone, por tanto, un cambio profundo y sustancial, no una simple alternancia en el poder.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA