El problema no es de la bandera ni de los españoles; es sólo de estos señores.
A un grupo de intelectuales-y-artistas afines al Gobierno actual le molesta que los españoles llenen las calles con sus banderas nacionales. Hemos entendido su reproche, pero no sus razones. La censura de esta gente nos merece el mismo respeto que cualquier otra opinión de cualquier otro ciudadano, pero no podemos compartirla. Nos gustaría, al menos, rebatirla, pero es imposible: nada puede rebatirse cuando no se aportan razones, sino que simplemente se cabalga el jaco de los prejuicios. Que los españoles salgan a la calle con banderas de España debería ser lo lógico y natural, como lo es en cualquier país democrático. Los símbolos nacionales representan a la nación –a toda ella. Si los intelectuales-y-artistas disienten del contenido de las recientes manifestaciones ciudadanas, tienen todo el derecho a hacerlo y a expresarlo. Y si lo hicieran, además, con banderas de España, tendrían también todo nuestro cariño. La pregunta es más bien esta otra: ¿Por qué estos señores sienten vergüenza de la bandera de España? El problema no es de la bandera ni de los españoles; es sólo de estos señores.