La entrada de los nacionalistas radicales en tareas de Gobierno se presentó en su día como una forma de templar tensiones; hoy vemos que, al revés, las tensiones se han agravado.
El vicepresidente gallego, Anxo Quintana, del BNG, ha protagonizado un bochornoso espectáculo en Argentina al exigir que fueran retiradas las banderas españolas en un acto con emigrantes gallegos. El BNG gobierna Galicia gracias al PSOE. Es la misma situación que hizo de la minoritaria Esquerra Republicana una fuerza esencial en Cataluña. La entrada de los nacionalistas radicales en tareas de Gobierno se presentó en su día como una forma de templar tensiones; hoy vemos que, al revés, las tensiones se han agravado.
Lo de Quintana, además de una indecencia institucional, es un gesto de hostilidad hacia España que demuestra dónde quieren estar los nacionalistas gallegos: como en los casos catalán y vasco, el BNG no aspira tanto a construir Galicia como a destruir España. Es un discurso de odio que está rompiendo la convivencia nacional ante la pasividad de quienes mandan. Pasividad que llega al extremo de tolerar que se insulte de esta manera al símbolo mayor de todos los españoles.
Hoy quizá es más difícil que nunca un pacto de Estado entre los dos grandes partidos para salvaguardar la nación española. Pero también es más necesario que nunca. A quienes encumbran a personajes como Quintana, la posteridad no se lo perdonará.