Lo único que el ciudadano puede pensar es que los socialistas son una cosa u otra según les interese para mantener su poder.
Después de que el socialista Joaquín Leguina haya puesto los puntos sobre las íes al proyecto desnacionalizador del socialista Zapatero, el socialista Rodríguez Ibarra, que acaba de tenérselas tiesas con el socialista Chaves por el “blindaje” del Guadalquivir, ha retado humorísticamente a la ministra Narbona, socialista, a propósito de las implicaciones del estatuto andaluz; estatuto que hace eco al pionero catalán, promovido por el socialista Maragall. Nadie duda de que este partido tiene mucho poder y también mucha habilidad, pero es obvio que, además, tiene un problema.
Es urgente que el PSOE resuelva este desconcierto infinito acerca de la cuestión nacional. Según a quien oigamos, el PSOE es un partido federalista, confederalizante, autonomista o incluso centralista jacobino. Como no es posible ser todas esas cosas a la vez, lo único que el ciudadano puede pensar es que los socialistas son una cosa u otra según les interese para mantener su poder. Y eso, además de una tomadura de pelo desde el punto de vista político, es un auténtico peligro para la supervivencia de España como proyecto nacional.