Esa imagen de una bandera que dice adiós envía un mensaje inequívoco de amor a una tierra, a una patria, a una nación.
Loyola de Palacio, varias veces diputada, ministra de España, comisaria europea, se ha ido dándonos a todos una lección de patriotismo: con su ataúd envuelto en la bandera de España. En un país donde los símbolos nacionales son sistemáticamente ignorados, incluso despreciados en no pocos lugares, esa imagen de una bandera que dice adiós envía un mensaje inequívoco de amor a una tierra, a una patria, a una nación. Es un gesto de compromiso político en el más alto sentido del término. Y da testimonio de un patriotismo entendido como forma de vida, como una profunda convicción. Con Loyola de Palacio se marcha una mujer que ha dado, a lo largo de su vida pública, innumerables y reiteradas muestras de patriotismo; ha trabajado por España y lo ha hecho con acierto. Sobre todo, lo ha hecho con amor. Esta bandera de Loyola, su última bandera, es también la nuestra.