Retirada de la bandera en Cádiz
Gracias a la prolongada inacción de los sucesivos Gobiernos que han ocupado La Moncloa, a menudo tras pactar con esas facciones hoy declaradas en rebeldía, que tienen por indisimulado objetivo la balcanización de España, no es noticia el hecho de que en numerosas instituciones públicas se halle ausente la enseña nacional, símbolo de la unidad de España. En este contexto, es ya habitual ver ayuntamientos catalanes sin bandera española, ausencia que también se viene produciendo desde hace tiempo en sus homólogos vascongados. Con los Gobiernos nacionales chantajeados por sus coyunturales socios, no cabía esperar otra cosa que el desprecio a unos símbolos comunes por parte de aquellos que desde su más tierna infancia vienen siendo adoctrinados en la más visceral y grosera hispanofobia. Era cuestión de tiempo que estas generaciones llegaran a una edad suficiente para poder gobernar y ver los efectos de tan suicida sistema educativo. Por ello, era también cuestión de tiempo que este fenómeno, el de la eliminación de la bandera nacional, se extendiera a otras regiones, algunas insospechadas apenas hace unos años, incluso meses…
Acostumbrados a que lo descrito ocurra en los territorios históricamente corrompidos por el reaccionario nacionalismo separatista ya impulsado desde hace décadas, resulta cuando menos sorprendente que el lugar en el que la bandera rojigualda haya sido relegada sea ni más ni menos que Cádiz, cuyo ayuntamiento tiene por presidente a José María González, el célebre Kichi.
La retirada de la bandera en semejante emplazamiento, ha necesitado, no obstante, de una serie de maniobras o añagazas. En efecto, recientemente se ha sabido que el Ayuntamiento de Cádiz ha decidido invertir 2.200 euros en la adquisición de dos nuevas banderas: la de Andalucía, con ese verde Omeya que tanto agradaba al musulmán Blas Infante; y otra con el pendón de la ciudad. Compradas las dos banderas, el mástil que ocupara la de España, ya retirada hace tiempo, lo ha ocupado la andaluza, acompañada del referido pendón gaditano. Se cerraba de este modo, por lo que a lo simbólico se refiere, el círculo abierto por la plataforma «Por Cádiz sí se puede», formación que ha llevado a cabo la heroicidad de retirar la bandera de España que ondeaba en la Plaza de Sevilla, junto al puerto de Cádiz, argumentando en favor de tal decisión algo que ahora los datos desmientes: que los 150 euros que costaba su izado eran insostenibles para las arcas municipales, factores que han de añadirse a las apelaciones de un viento de levante que hacía peligrosa la presencia de la bandera española y que, parecer ser, acaricia las dos citadas sin riesgo para la ciudadanía.
Ante el estupor causado por tan peregrinas explicaciones, el ayuntamiento ha manifestado que existe un acuerdo para que «se juegue con la colocación de las tres banderas aprovechando ocasiones especiales», no obstante, o acaso precisamente por su carga simbólica, la bandera no despidió el pasado 5 de marzo al buque escuela «Juan Sebastián Elcano», nave que comenzó a surcar los mares en Cádiz hace casi nueve décadas.
En definitiva, tras todas estas escaramuzas que muestran a las claras la aversión por la bandera nacional y, evidentemente, por todo lo que ella, al fin y al cabo un símbolo, representa, parece claro que Kichi trata, por todos los medios posibles, de hacer desaparecer la bandea del espacio público gaditano. La decisión del primer edil no puede ser más sorprendente, habida cuenta de la ideología que esgrime en su movimiento político ascendente, ese que, asentado en la representatividad del «pueblo», ha conseguido llegar a las instituciones políticas.
Sorprende, relativamente, porque Podemos ha hecho sectaria bandera de eso que ellos denominan «izquierda», razón por la cual desterrar la bandera que representó al segundo género de izquierdas políticas, la izquierda liberal, no deja de ser sintomático de lo indocto de este grupo, ardoroso propagandista de las esencias más disolventes de la actual Constitución, la de 1978, tan diferente de aquella que se redactó en Cádiz hace más de 200 años, la comúnmente conocida como La Pepa en conmemoración del santo que lleva el mismo nombre que el primer edil gaditano.
La situación, dadas las características históricas que tiene Cádiz, no deja de ser representativa y sintomática de hasta qué punto amplias áreas de la Nación andan emponzoñadas de aldeano particularismo cuando no de una hispanofobia que de continuar fortaleciéndose acabará por destruir a esa España cuya defensa es el objetivo de nuestra Fundación.
No abrigamos grandes esperanzas en que Kichi lea este editorial, sin embargo, no nos resistimos a reproducir las palabras que el guipuzcoano Cosme Damián Churruca y Elorza dijo a su cuñado Ruiz de Apodaca antes de la batalla de Trafalgar. Lo hacemos también pensando en esos mismos votantes que acaso hayan picado en el populista discurso podemita creyendo que la llegada al poder de este adánico grupo pudiera ofrecer soluciones. La realidad, no obstante, es muy otra: Podemos consagra gran parte de sus energías en elevar barreras internas, acaso mucho más altas que las que Churruca trataba de defender cuando pronunció estas patrióticas palabras:
«Escribe a tus padres que vas a entrar en un combate que seguramente será sangriento. Despídete de ellos, pues mi suerte será la tuya: antes que rendir mi navío, lo he de volar o echar a pique. Éste es el deber de los que sirven al rey y a la Patria».
Cabe consignar, en relación con el asunto banderil, un último detalle. Tras perder una pierna por el efecto de una bala de cañón, Churruca ordenó clavar esa bandera que Kichi ha retirado para evitar que fuera arriada.
Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación española