Nos tememos nuevas disculpas, amagos y justificaciones tan vacuas como solemnes…


2007-06-13-xl--74136230.jpg

Próxima la celebración en Madrid del IV Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, aún desconocemos -intrigados- no sólo la participación del Presidente en el mismo acto inaugural, sino también su propia presencia, solidaridad (en otros órdenes sabroso y rentable término, donde los haya, para el Pensamiento Unívoco) o mera consideración hacia los protagonistas. Sabemos, sí, la imperdonable ausencia de Rubalcaba en cuanto responsable último de la Dirección General de Atención a las Víctimas; y nos tememos nuevas disculpas, amagos y justificaciones tan vacuas como solemnes por parte de aquel que, amén de pretender dirigir los destinos de España -ya que no honrar a sus muertos- gusta de desenterrar viejos odios y aspirar cadaverina guerracivilista.

Decía aquel genial cántabro, escritor bohemio y -cómo no- noventayochista llamado Rafael Barrett que “las raíces de la nación están, como las del árbol, bajo tierra. Son los muertos”. Y a la nuestra, hasta ahora, jamás se le había hecho mayor afrenta que ignorar unos para santificar o maquillar otros. Porque aún colea la humillación pública que supuso aquel “sé perfectamente lo que sientes porque a mí también me mataron a mi abuelo” frente a la madre de Irene Villa, es bien fácil prever la clase de implicación del Presidente en un acto ante el que, teniendo en cuenta la circunstancia preelectoral, quizá deba sacrificar escrúpulos y exhumar de nuevo –vade retro– el fantasma de su ancestro.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA