En esta España del desvanecimiento nacional pasan cosas que serían cómicas si no fueran tan lamentables. Hace poco la selección española de fútbol jugaba un partido en Cádiz. ¿Territorio adicto? No, porque en la Tacita de Plata funciona una peña ultra, “Brigadas Amarillas”, que ha construido un singular credo a base de nacionalismo andaluz, independentismo, antiespañolismo, “antifascismo”, castrismo (de Fidel) y, por supuesto, intolerancia hacia cualquiera que lleve una bandera española. Se dirá que dementes los hay en todas partes. Pero ocurre que estos han sido alimentados por el Cádiz Club de Fútbol y engordados por un programa deportivo de la radio local (concretamente, de la SER). Resultado: para albergar el partido de la selección española, la directiva del Club tuvo que negociar con las Brigadas, según informó la propia web del Cádiz C.F.

Estamos ante algo que podríamos llamar “batasunización” de algunas regiones en torno al fútbol. Ese es el contexto ideológico y político (será absurdo hablar aquí de aspectos deportivos) de las Brigadas Amarillas. Que semejante delirio se haya materializado en forma asociativa es algo sorprendente. Que goce del respaldo de un club de fútbol añejo y serio es algo inquietante. Y que el club en cuestión tenga que negociar con esa banda de gamberros un partido de la selección española es algo, sencillamente, demencial. Esto es España.