Pero la verdad es que este acto difícilmente alcanza a ser un acto de justicia. El vecino de Lezcano no ha hecho más, pero tampoco menos, que poner en vergüenza a quienes gobiernan el País Vasco. Porque la solución, que teóricamente existe, no puede venir de un hombre, sino de muchos, de todos los que creen que a este compatriota el Estado debe darle una respuesta.

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Con lo que no se contaba, incluyendo a los medios de comunicación que dan las noticias, es con que un vecino de Lazcano –periódicos supuestamente españoles no secesionistas escriben «Lazkao», para empezar– respondiera a la bomba colocada junto a una sede del PSE rompiendo con una maza los cristales y algunos artefactos del interior de, cómo decirlo, ¿una «herriko-taberna»?, ¿una «sede social de la izquierda abertzale»? ¿o, mejor, antro de propaganda etarra?
Y decimos que no se contaba con ello por considerar vacuas las explicaciones psicologistas con las que han justificado la «alteración de conducta» de este hombre cuya casa quedó destrozada tras la explosión de la bomba. Para la prensa objetiva es un ciudadano «afectado», que se ha dejado llevar por «la ira y la desesperación», a quien nadie, salvo escasos y honrosos periodistas de opinión, le concede siquiera la mínima relación entre su actuación y la justicia.
Justicia, sí, primitiva, pero la que él mismo invocó al ser detenido y decir, derrotado: «No hay solución, ojo por ojo». Porque este hombre valiente a lo mejor no sabía que estaba utilizando la expresión de la justicia retributiva, precisamente aquella con la que se conoce la llamada «Ley del Talión». Esa ley, no por primitiva menos básica de los Estados modernos, que vino nada menos que a significar el primer límite a la venganza. Y es que cuando no hay ley, hasta la del Talión resulta sofisticada.
Pero la verdad es que este acto difícilmente alcanza a ser un acto de justicia. El vecino de Lezcano no ha hecho más, pero tampoco menos, que poner en vergüenza a quienes gobiernan el País Vasco. Porque la solución, que teóricamente existe, no puede venir de un hombre, sino de muchos, de todos los que creen que a este compatriota el Estado debe darle una respuesta.
Porque, ¿adónde se dirigió este hombre armado con una maza? A un lugar de reunión en el que se brinda a la salud de ETA, que se halla empapelado de pancartas cuyo contenido delictivo contra la Nación española es vox populi, y ello sin que la Ley del Estado tenga la «fuerza de obligar» suficiente para que se cierren de una vez por todas.
¿Y Qué ha hecho el Estado, o sea, su representante el Alcalde del PNV de la localidad, tras el ataque a la taberna sediciosa? Instar a quienes la regentan que denuncien los hechos y reclamen los daños. Y estos, que sí han tenido cobertura informativa suficiente sin que se juzgue públicamente su vergonzosa actividad, han comentado que la Audiencia Nacional –menudo sarcasmo- condene al valiente a ocho años.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA