Si de cara al inminente debate de investidura surgiera la posibilidad de nombrar a un Presidente del Gobierno que incluye entre sus planes la celebración de un referéndum sedicioso en Cataluña, en manos de Su Alteza Real Felipe VI estaría la prerrogativa de no proclamar a un presidente abiertamente cómplice de los sediciosos


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El pasado viernes terminaron las rondas de contactos entre los líderes de los partidos con representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados, tras las que el Rey Felipe VI proclamó a Mariano Rajoy como candidato a la investidura que da inicio al ciclo legislativo, tras las elecciones generales del 20 D. Sin embargo, el actual presidente en funciones renunció a ser investido «por el momento», dado que nadie le ha manifestado su apoyo expreso fuera de su propio partido. Una decisión sin duda prudente, máxime sabiendo que intentar la investidura a sabiendas que fracasará de antemano, no haría sino acelerar el proceso de cara a una inminente repetición electoral que sería aún más traumática.

No obstante, la noticia bomba del día tuvo lugar por la mañana, justo después de que Pablo Iglesias Turrión se entrevistase con el Jefe del Estado, manifestando al término de su despacho con el monarca que le había confesado a Felipe VI nada menos que su disposición a ser parte de un gobierno «del cambio» ¡con él de Vicepresidente! Le acompañarían en esa tarea nada menos que seis ministros salidos de las filas de su partido, en ministerios tales como Política social, Economía, Defensa e Interior, y un novedoso «Ministerio de asuntos de plurinacionalidad» [¡sic!], reflejo de esa corrupta visión de la Nación Española que tienen en Podemos, idéntica a la de las sectas separatistas que quieren destruir España, para ellos «un país de países». Terminó su comparecencia aludiendo a que Pedro Sánchez podrá considerar que ha sido presidente, en una frase que seguramente pasará a la Historia, por «una sonrisa del destino» y que si rechazaba la propuesta estaría entregando el gobierno al PP, a «la derecha», como gusta de decir Pedro Sánchez. Sabedor de la desesperación del vacuo líder socialista por tocar poder para evitar ser defenestrado por su propio partido, Iglesias sube su apuesta y no sólo exige el famoso referéndum en Cataluña, sino ni más ni menos que la Vicepresidencia y varios ministerios de un gobierno «del cambio».

Pablo Iglesias, en su papel de trilero, ya forma parte, sin haber llegado a gobernar, de una singular genealogía de la democracia española, donde Alfonso Guerra era un «Maquiavelo en traje de pana», los nefastos tanto para España como para su partido Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba, «Maquiavelos de aldea», y el profesor honorario de Ciencias Políticas del Campus de Somosaguas es un «Maquiavelo en mangas de camisa». Eso sí, al igual que cuando al nefasto ZP le pillaban en un renuncio, Iglesias es todo un experto en desviar la atención arrojando tinta cual calamar: cuando le afean desde cierto sector periodístico que el gobierno en el que se autoincluye (sumando de manera aleatoria los votos y escaños para conformar una ficticia mayoría) constituye un «pacto de perdedores» que intenta robarle el poder a quien ganó las elecciones, Pablo Iglesias saca a relucir el aspecto de la gabardina de la periodista que le formula la pregunta comprometida.

Expuestos los hechos, resulta absolutamente inaceptable el comunicado del PSOE, donde protesta por la «pinza» realizada contra sus cándidas e imprudentes intenciones, por parte del PP y de Podemos, atacando a Mariano Rajoy por declinar su investidura, y más aún lo que afirman algunos presuntos «constitucionalistas», interpretando a su modo el Artículo 99 de la Constitución de 1978, donde dice que el candidato propuesto por el Rey «expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara»: que el Jefe del Estado debe obligar a Mariano Rajoy a presentar su investidura, en virtud de la facultad «absoluta y libérrima» que le otorgan las leyes para proponer al candidato al gobierno; pero no hay ni una sola indicación de que la facultad «absoluta y libérrima» deba obligar a nadie a intentar una investidura imposible. Eso es lo que quisieran en las filas socialistas que sucediera, para que una vez rechazado Rajoy apareciera un triunfal Sánchez, de la mano de todo un cajón de sastre de partidos no nacionales y sectas separatistas, que logre así tocar poder aunque sea de forma efímera.

Pero la cuestión va mucho más allá, porque si seguimos al pie de la letra la Constitución, en el Artículo 56 encontramos que «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes». Esto es, el Jefe del Estado, como responsable de moderar y arbitrar las instituciones y del sostenimiento de la Nación Española cuya unidad y permanencia simboliza, podría obligar perfectamente a Pedro Sánchez a no presentar candidatura, si ésta incluye propuestas tan daniñas para la Nación Española como el referéndum. Y es que el señor Sánchez es tan cínico como para rechazar entenderse con el partido que ganó las elecciones y que representa a siete millones y medio de votantes, pero no parece tener demasiados escrúpulos (aparte de por las elevadas exigencias que le proponen) para entenderse con semejante mescolanza de diputados que, aparte de no ser varios de ellos ningún ejemplo para la comunidad por su errática trayectoria, incluyen a un buen número de sediciosos separatistas, algunos de ellos proetarras cuando no etarras directamente.

Pasado un mes desde la celebración de las elecciones generales, la democracia española se torna ingobernable, dada la imposibilidad, por cuestiones ideológicas que sólo accidentalmente se relacionan con la Nación Española, de realizar un pacto que conforme mayoría absoluta en el Congreso: la propuesta del PP no la quieren ni PSOE ni Podemos; la propuesta del PSOE no la quiere Ciudadanos y la propuesta de Podemos ni el propio PSOE la aceptará; Ciudadanos sólo apoyará una propuesta de gobierno a tres siempre que no esté Podemos. Ejemplo de consenso sin acuerdo que, de proseguir sin cambios, conducirá irremediablemente a unas nuevas elecciones en primavera. Salvo que el Rey haga uso de su prerrogativa cuando le llegue su turno…

Desde la Fundación Denaes comprendemos que, sin claros apoyos para afrontar una investidura, ningún candidato deba afrontarla sabiendo de antemano que será rechazado, tanto en primera como en segunda votación; no obstante, animamos a Su Alteza Real a que, siguiendo la línea de su reciente Mensaje de Navidad y su potestad «absoluta y libérrima» para proponer a un candidato a la investidura, vete a cualquier candidato, en este caso Pedro Sánchez, que tan siquiera insinúe que pretende ser investido con los apoyos de fuerzas políticas que explícitamente amenazan a la Nación Española, partidarios bien de cuartear nuestra integridad territorial o bien de ponerla en evidencia a través de singulares y absurdos referéndums de autodeterminación.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.