Si hemos de definir el significado de la instantánea, no cabría otro más inmediato que señalar que Rajoy sí que está con «el corazón de Europa».

En esta precampaña electoral, al margen de las promesas de compra-venta del voto por medio de devoluciones fiscales, llama la atención la foto de familia que se ha hecho Mariano Rajoy con Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy, todos con las manos estrechadas. Si hemos de definir el significado de la instantánea, no cabría otro más inmediato que señalar que Rajoy sí que está con «el corazón de Europa», al contrario de un Zapatero que prometió día y noche que volveríamos a él, pero que hoy día nos ha situado en importancia por debajo de nuestro vecino Portugal.
Sin embargo, ¿por qué apoyar a un candidato español que a día de hoy no aparece como el primero ni en popularidad ni en intención de voto en las encuestas demoscópicas? No hay que olvidar que Chirac y Schroeder, máximos valedores de un servil Zapatero en Europa, ya no gobiernan en sus respectivos países, y sus ambiciones murieron con ellos: Constitución Europea rechazada, final del sueño colonial francés en Costa de Marfil, nulidad del euro como divisa por el encarecimiento que provoca en las exportaciones… Sarkozy y Merkel han heredado dos gigantes dormidos, con gran capacidad económica pero varados en la arena de una partitocracia llena de privilegios y de dinero malgastado, que quieren superar fortaleciendo el Estado central frente a provincias y landers. La declaración de Lisboa firmada por Merkel y Sarkozy no habla del euro ni dela unidad política europea ni de ninguna de las ambiciones previas. Sólo de fortalecer la soberanía nacional, de frenar los movimientos separatistas, de controlar las fronteras de las naciones europeas y de tener una política de inmigración sólida y sin regularizaciones
extraordinarias al margen del resto de Europa.
¿Hacen falta más motivos para rechazar a Zapatero y apoyar al menos malo, a Rajoy?