El deporte sólo es un pretexto para una ofensiva contra la unidad nacional de España.


Ante un reducido público constituido fundamentalmente por militantes separatistas, las selecciones de fútbol de Cataluña y el País Vasco han disputado un partido reivindicativo: quieren ser selecciones nacionales. En su estela, los medios próximos al nacionalismo han suscitado la artificial discusión político-deportiva sobre el particular: ¿Tienen o no tienen derecho? Pero eso es distorsionar el debate.

El problema no es que Cataluña, el País Vasco o cualquier otra comunidad aspiren a tener una selección deportiva de rango nacional; eso podría ser simplemente una cuestión administrativa. El problema es que esa campaña pro selecciones es una iniciativa deliberadamente dirigida contra España. Tan deliberadamente que no han dudado en promocionarla con un spot publicitario hostil hacia los españoles (y manipulando, además, la imagen de un niño). Tan deliberadamente, sí, que en este tipo de saraos nunca falta la ira separatista, como en el partido de la otra noche, con homenaje al sanguinario asesino etarra de Juana Chaos.

Ese es el principal problema de la campaña pro selecciones: que el deporte sólo es un pretexto para una ofensiva contra la unidad nacional de España. Y por eso no hay que ceder.