Eso es la Cataluña oficial, un país que necesita decretos ley para existir. Con unos profesores universitarios que, si hablan catalán, será porque han sido «prefabricados» en las enseñanzas básica y media instauradas hace décadas para dicho fin: no ser España.


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Como ya es sabido, la Generalidad, o sea, el Gobierno autónomo de Cataluña, está ultimando un decreto por el que exigirá el catalán a los profesores universitarios. En su inexorable deriva hacia la secesión, era el organismo educativo que, al parecer, aún quedaba por purificar del español.

Pero sin contar con que dicha medida podría discutirse legalmente en tanto que se apoya en el Estatuto de Cataluña, en cualquier caso, ella viene precedida por una previa selección, dirán algunos, marginación hasta el exterminio, diremos nosotros, de cuantos profesores se mostraron desafectos al régimen instaurado por el «nacionalismo catalán», secesionismo en realidad, ya desde los años setenta. No hay más que saber lo que cuenta Jiménez Losantos en su libro de 1979 Lo que queda de España para comprobar que el texto legal que se aprobará, si todo sigue como hasta ahora, es la cobertura de lo que ya venía produciéndose de hecho. Y decimos «exterminio» en sentido literal, puesto que de sacarles de Cataluña se trataba con tal de que los planes del secesionismo tuvieran el menor estorbo posible. Ello ha ocurrido en el País Vasco de manera más evidente ante la amenaza de muerte de ETA; sin embargo, hasta ahora se ha minusvalorado la muerte civil, en su delicadeza aún más cruel que la física, que en Cataluña especialmente se ha cobrado numerosas víctimas.

Ahora bien, si ello es así, esta noticia al mismo tiempo nos ofrece un argumento insobornable para los patriotas españoles que, ya sean catalanes, ya sean de otros lugares de España, se resisten a esa muerte civil decretada por sus Gobiernos. Pues, para que una «nación» como Cataluña pueda tener existencia, previamente hay que aniquilar a esa parte de España que forma parte del territorio delimitado por los secesionistas como «suyo». Y claro está que semejante aniquilación dejaría un rastro, las reliquias y los relatos producidos durante lo que podría denominarse, en caso de que su plan secesionista se cumpla, «el surgimiento de la nación catalana». Personas, instituciones y territorio cuya historia, incluyendo al idioma catalán, es española, y a la que tendrán que renunciar so pena de admitir su crimen.

Eso es la Cataluña oficial, un país que necesita decretos ley para existir. Con unos profesores universitarios que, si hablan catalán, será porque han sido «prefabricados» en las enseñanzas básica y media instauradas hace décadas para dicho fin: no ser España. Un fin, como podemos observar, tan ridículo como indeseable. Y lo más importante, un fin que puede evitarse.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA