En esta dramática situación para la Nación española, la mascarada contra los bancos, viniendo de un individuo como Sebastián, cuyos servicios profesionales prestados a tan «desalmadas» corporaciones son conocidos, no se la cree nadie. Sólo nos sirve para constatar que el Gobierno literalmente no sabe qué hacer. Salvo echarle la culpa a otro. Y cada vez le quedan menos personajes en escena.


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Después de la distribución de bombillas de bajo consumo y de la necesaria compra de productos «made in Spain», la última revelación de nuestro ministro de Industria ha consistido en una terminante amenaza. Según Sebastián, al Gobierno «se le está acabando la paciencia con la banca», y puesto que es la banca la causante de la crisis, deberá ser la que nos saque de ella.

Así es como se ha entregado, sin mayor empacho, un blanco fácil a los ciudadanos para que puedan dirigir sus quejas al «encargado», quedando el Gobierno, al parecer, como un simple mandado. Un mandado incluso que amenaza con rebelarse «actuando en consecuencia», ha dicho, si la banca no cumple. Y es que el Gobierno, en lugar de gobernar, se preocupa de ir a la zaga de respuestas que puedan cubrir sus vergüenzas ante la opinión pública una vez que se ha destapado la inoperancia de su plan de «ayuda a la banca», que fue como se le denominó cuando todavía era la institución amiga. Claro que fue en su momento cuando se eludió explicar cuál era el fin verdadero de tal plan. Resultaba más bonito decir que servía para abrir el crédito a las empresas cuando en realidad lo que buscaba era la solvencia de las entidades. Y ahora resulta que el pobre y generoso Zapatero ha sido engañado por los banqueros, esos hombres de duro corazón que sólo buscan su propio beneficio.

Ya se han olvidado en la Moncloa de aquellos tiempos en que el sistema financiero español era tan sólido que no había nada que temer de la crisis financiera internacional, cuando la banca nacional fue el orgullo de Zapatero; luego vino el reconocimiento de la crisis económica nacional, por supuesto tras ganar las elecciones, y entonces la culpa recayó sobre EE.UU; pero una vez que Bush ha desalojado la Casa Blanca, y esta ha sido ocupada por Obama –-ya le tocará–, hay que buscar un nuevo culpable, especialmente en el día en el que las cifras del paro ya no tienen enmienda posible: 198.838 parados más en el primer mes del año; 3,3 millones de personas sin trabajo en sólo un año. Los peores datos del mercado laboral español en su historia.

En esta dramática situación para la Nación española, la mascarada contra los bancos, viniendo de un individuo como Sebastián, cuyos servicios profesionales prestados a tan «desalmadas» corporaciones son conocidos, no se la cree nadie. Sólo nos sirve para constatar que el Gobierno literalmente no sabe qué hacer. Salvo echarle la culpa a otro. Y cada vez le quedan menos personajes en escena.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA