Moratinos se ha retratado, y con él todo el gobierno. Y con ellos todo el entramado corrupto de la partitocracia española que, en plena crisis, no ceja en su expolio de la Nación


20070910_Moratinos_20onuart.jpg

La cúpula pintada por Barceló y donada graciosamente a la ONU por el gobierno español con el loable fin de alcanzar –suponemos que, en este caso, por vía contemplativa– el pacto de las civilizaciones y la armonía universal de humanos, primates, ballenas y extraterrestres- “no tiene precio”, según Moratinos.

¿Cómo habríamos de rebajar a la condición cuantificable de vil metal a tan singular producción de la cultura excelsa? ¿Cómo sugerir siquiera que es impropio de un gobierno que tiene a la Nación sumergida en la peor crisis económica de su historia reciente (Felipe González dixit) gastarse los dineros en una capilla Sixtina posmoderna?
Nuestro ministro de exteriores –una de las más eminentes figuras intelectuales del milenio, como es público y notorio– nos avisa de que “sólo un necio confunde valor y precio” y, de paso, se ahorra decir a los españoles a cuánto asciende el montante total de la verbena.

Y es que, efectivamente, Moratinos entiende que los valores supremos de la “Cultura y el Arte” no pueden traducirse a gasto en vil metal, dado que sus efectos salvíficos y elevadores del hombre, desde su prosaica condición de “comedor de pan” a espíritu libre y superior, quedan “mancillados” al preguntar “¿Qué se debe?”.

En fin: Moratinos se ha retratado y con él todo el gobierno. Y con ellos todo el entramado corrupto de la partitocracia española que, en plena crisis, no ceja en su expolio de la Nación.

Cual supremos sacerdotes de la nueva religión laica y progresista de la cultura, de la lengua, del arte, nuestros expoliadores se gastan el dinero de los españoles en promocionar la lengua catalana, vasca o gallega, en “tunear” coches y gastarse una pastizara en el ornamento de sus despachos. Por no mencionar el gasto desorbitado en asesores, diputados de esto y lo otro, secretarios, directores, subdirectores, coches oficiales, comisiones de expertos en esto y aquello y un sinfín de cosas más.

Digamos, para terminar que el arte sí que tiene precio, como todo este entramado de corrupción al servicio de una clase política parapetada tras velos ideológicos o culturales-estéticos. Y cuesta un riñón.

Lo que no tiene precio es el servicio que la débil oposición del PP hace al gobierno. ¿Tan enferma está la Nación Española que es incapaz de reaccionar ante este atraco?

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA